Hubo una época en la que la transparencia era una utopía; en el mundo orwelliano no existía el sol. El siglo XXI nos comienza a revelar lo que terminará por convertirse en un totalitarismo; la transparencia como distopía. Una locura, nos dirían los pobladores orwellianos de 1984.

 

Hervé Falciani es una especie de Pablo Iglesias del Partido X. Si Podemos les ha dado un susto a los partidos Popular (PP) y Socialista Obrero Español (PSOE), Hervé Falciani se lo ha dado a más de 100 mil cuentahabientes del HSBC y a más de un gobierno (como el venezolano).

 

Pero Falciani también es una especie de Chelsea Manning, el militar que grabó archivos en cuyo contenido primaban despachos diplomáticos estadunidenses en CD, los guardó en una cajita con la foto de Lady Gaga, y posteriormente se los obsequió a Wikileaks de Julian Assange. Más de un republicano pide la pena de muerte a Manning, encarcelado por el resto de su vida, mientras que Assange se encuentra refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.

 

ASSANGE

 

Falciani también podría pasar por Edward Snowden, el contratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) que viajó a Hong Kong con archivos relativos al espionaje lúdico (Prism) poniendo en ridículo a los dueños de Facebook, Twitter, Apple, Microsoft por ceder información personal. Hoy, Snowden se encuentra en Rusia bajo el escudo protector del asilo.

 

En mayo pasado Falciani se presentó a la cabeza de la formación Partido X para competir por escaños en Estrasburgo (Parlamento Europeo). Fueron 100 mil 115 españoles quienes cruzaron el logo del partido (0.64%). Incluso, Falciani tuvo acercamientos con Podemos para formar alianzas. Su principal consigna era señalar al luxemburgués Jean-Claude Juncker como un delincuente. “Si la gente vota al PP, vota por un ex primer ministro de un paraíso fiscal.

 

Es sorprendente cómo los paraísos fiscales están tan cerca pero nadie los difunde ni los denuncia” (eldiario.es; 4 de mayo de 2014). Falcini se refería al pasado del hoy flamante presidente de la Comisión Europea gracias a que una mayoría de europeos votaron por el conservador Partido Popular Europeo (PPE). Jean Claude Juncker otorgaba concesiones fiscales a empresas como Amazon, Google o Apple, entre muchas otras, con tal de que ubicaran su residencia en Luxemburgo. Juncker era apoyado por Angela Merkel en contra de opiniones como la del premier británico David Cameron. Pero esa es otra historia porque Juncker despacha en Bruselas.

 

Falciani dejó de trabajar en HSBC en 2008 llevando consigo información sobre cuentahabientes dorados de fraude fiscal, se la entregó a la hacienda francesa y ahora, el periódico Le Monde, ha publicado la lista bajo sorpresa del gobierno de Hollande.

 

El morbo y la narcisocracia han llevado a Facebook a convertirse en la pantalla de los sentimientos globales. La sociedad global se ha quedado ciega por los deslumbrantes rayos lúdicos de Twitter, Google y un conciso etcétera. Snowden levantó las manos pero al parecer pocos le hicieron caso. Falciani también lo hizo pero miles de medios de comunicación le han cerrado la ventana por el delicado trastoque de intereses que representa el banco global HSBC.

 

En el mismísimo periódico Le Monde ayer existía un enfado en algunos de sus socios debido a la plausible decisión que tomó la dirección editorial de publicar la lista de delincuentes fiscales. Uno de ellos es Pierre Bergé, el que fuera pareja de Yves Saint-Laurent: “No es para eso para lo que les he permitido obtener su independencia. Son métodos que repruebo”. Publicaba Libération el día de ayer.

 

A veces para bien, a veces para mal pero la transparencia digital nos ha arrancado las paredes y el techo del mundo tangible. En esta ocasión, la revelación de Falciani tendría que resultar, en contra de lo que piensa Bergé, plausible. Ridícula para los defraudadores fiscales y para la institución bancaria que ofrece productos ilegales.

 

Para bien y para mal nos hemos convertido en olisqueadores digitales. La suplantación y el anonimato serán los personajes más famosos del siglo XXI. Al robo se le ubica en el interior de la época industrial, tangible. Hoy, no puede existir robo porque todo sucede bajo el totalitarismo de la transparencia.