Si su intención fue la de exhibirlo ante la opinión, la denuncia de López Obrador ante la CNDH no hizo más que darle la oportunidad al gobernador poblano Rafael Moreno Valle de encontrar un espacio de posicionamiento nacional.
Si su intención fue la de utilizar su imagen propia para anatematizar a un gobernante para colocarse como el defensor de los derechos humanos y políticos, López Obrador no hizo más que hundirse en el pantano de otros: la foto donde aparece nada menos que con el impresentable Manuel Bartlett Díaz y su larguísima cola de dinosaurio priista fue contraproducente para el tabasqueño.
Y si su intención era la de colocar el tema de la protesta social callejera como el camino de la lucha social al margen de los partidos, sin acatar las leyes ni respetar los derechos de terceros y vender la idea de que el país debería terminar como el DF, estrangulado por marchas políticas, López Obrador como el rey de los plantones abrió un debate que en realidad no le convenía porque la sociedad mexicana mayoritaria que le ha apostado a los caminos institucionales está harta de las manifestaciones callejeras y mira con interés hacia los gobernantes que aplican la ley contra la selva política de pavimento.
Así que la protesta de López Obrador y su ahora fiel escudero de izquierda Manuel Bartlett Díaz ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos no fue más que un petardazo sin sentido político. Sobre todo porque se hizo acompañar de Bartlett y su larga lista de violador de derechos humanos y políticos y como ex gobernador de Puebla no quiere más que fundar un cacicazgo político en la entidad; pero como es de Tabasco y gobernó Puebla por dedazo de Carlos Salinas de Gortari y gracias a una operación política local manejada nada menos que por Joseph-Marie Córdoba Montoya, entonces López Obrador salió perdiendo porque quedó aún más contaminado de Bartlett y sus expedientes abiertos en Estados Unidos por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar en 1985, además de responsable de los “fraudes patrióticos” de 1986 en Chihuahua y presidencial de 1988.
En todo caso, la denuncia contra el gobernador Moreno Valle fue una acción desesperada de López Obrador por encontrar en Puebla un nicho de mercado político en los grupos radicales que se han dedicado a estallar la violencia en las calles y que se han encontrado con la ley.
Lo de menos es que el López Obrador que mandó al diablo las instituciones ahora cumple rigurosamente con una demanda apelando a las instituciones. El fondo de todo movimiento del tabasqueño tiene que ver con buscar un posicionamiento propio como candidato por tercera vez a la presidencia en función de su propia declaración de que la “tercera es la vencida”, aunque ya le dijeron que no pierda las esperanzas porque “no hay quinto malo”.
Pero López Obrador anda sólo cachando conflictos ajenos que le garanticen votos, aunque los grupos sociales antisistémicos que provocan la violencia en las calles no participan en elecciones y muchos de ellos carecen siquiera de credenciales para votar, aunque, eso sí, llenan plazas en los acarreos tradicionales del tabasqueño.
La denuncia de López Obrador-Bartlett Díaz salió al revés porque jaló la atención nacional a Puebla, a su gobernador y a sus acciones legales contra la violencia política antisistémica en las calles y ayudó a colocar a Moreno Valle en la atención política del 2018. Por eso en Casa Puebla deberían estar agradecidos con Bartlett y López Obrador por colaborar en atraer el interés político del 2018 a la entidad.
Aunque de paso no estaría mal que la CNDH abriera el expediente de Bartlett Díaz y su larga cola de pasivos como uno de los cancerberos del sistema político priista y de los gobiernos de De la Madrid y Salinas de Gortari.