Los mexicanos comemos mucho y nos alimentamos poco.
Con un consumo promedio anual de 163 litros de refresco por persona y 19 kilos de pastelillos y galletas, el 30 por ciento de los niños nacidos en la generación 2010 desarrollarán diabetes a lo largo de su vida y para 2050, 15 por ciento de los adolescentes tendrá la enfermedad, se proyecta con las cifras de obesidad de los últimos 50 años.
El problema, explicó en conferencia de prensa el médico Joel Rodríguez Saldaña, director del Centro Multidisciplinario de Diabetes, es que hemos perdido los hábitos alimenticios saludables de nuestros abuelos, los hemos cambiado por el consumo de comida procesada (que nos llena pero no nos nutre) y rechazamos alimentos que sí son nutritivos, como las verduras.
“Nos dicen verduras y pensamos en un ramo de brócoli gigante cuando hay muchas formas de comer alimentos nutritivos, el problema es que los adultos no sabemos cómo comer y muchas veces nos vemos influenciados por la mercadotecnia”, explicó.
Pero también es un asunto de normatividad aplicable. Por ejemplo, en el caso de los cereales de caja, señaló Alejandro Calvillo del Poder del Consumidor en la presentación de la campaña “¿Hoy qué comieron tus hijos?” para alertar sobre la incidencia de diabetes juvenil en los adolescentes mexicanos. Estos cereales se ven atractivos y engañan a los consumidores prometiendo vitaminas y minerales añadidos, cuando en realidad sólo son harinas, azúcares y colorantes. Un desayuno basado en esta comida es más probable que primero induzca al Síndrome de Déficit de Atención, por los químicos que contienen los colorantes, que a una nutrición adecuada; sin embargo, los etiquetados que aprobó la Comisión Federal contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) no dejan claro el alto contenido de azúcar de estos alimentos.
El reto empieza desde el vientre de la mujer embarazada pues el consumo de carbohidratos y glucosa activa en el cerebro del feto las mismas neuronas de placer que drogas ilegales como la cocaína: el alto consumo de azúcar de la madre propicia una adicción en el bebé antes de que comience a comer por sí mismo.
Esta situación se confirma y acrecienta conforme el niño crece, comienzan a presentarse pequeños cambios de peso que comienzan desde los 9 años, al llegar a la adolescencia pueden convertirse en obesidad y luego diabetes, reduciendo su esperanza de vida en 30 años al final de su vida adulta. DM