Colombia reacciona pero no es suficiente; no hay convergencia de voz latinoamericana. Unasur, ornamento inútil ante casos de gravedad. OEA, timorata frente a los vestigios del chavismo. Cristina Kirchner, herida de corrupción. Dilma Rousseff, herida por Petrobras. José Mujica, en gira de despedida, el viernes, su último día. Bachelet, poco dice; preocupada porque detrás de los préstamos solicitados por uno de sus hijos se encuentra el conflicto de interés. Sus opositores llevarán al canciller al Congreso para que les explique la razón por la que se quedó sin voz. Ollanta Humala se encuentra en un proceso súbito de debilitamiento.

 

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Lo sabemos, cuando se requiere realizar una tomografía al chavismo para dimensionar el cáncer de populismo, Evo, Correa y Ortega nunca están ni estarán dispuestos a colaborar. México, en su laberinto. Peña Nieto, ni una sola palabra por el caso Venezuela; ni un sólo comunicado (de esos que se escriben solos porque nunca dicen nada). El PAN tampoco dice mucho.

 

El PRD continúa pensando en el futuro exitoso del socialismo del siglo XVIII. El Senado en la grilla siempre local. Al parecer, ha retornado el amuleto de los etnocentristas: la idea de la no intervención, ni siquiera verbal y/o mental para que los otros no se metan en nuestro país. Tácticas anquilosadas aprobadas por Fidel Castro. Porque ya lo dijo una voz, y con esa fue suficiente: “cachorro del imperio”. ¿Los Castro? ¿Dónde está el alter ego de Chávez? ¿Los guionistas de la vida solitaria de Maduro hasta cuándo le dirán basta?

 

Lilian Tintori hace las veces de Ban Ki-moon. Sin ser la ONU, Tintori viaja al extranjero para recolectar voces, da entrevistas, busca aliados y ridiculiza a mandatarios que se niegan a levantar la voz en contra de los actos represivos de Nicolás Maduro. La esposa de Leopoldo López es recibida por Mariano Rajoy (simpatizante activo del adagio: farol de la calle, oscuridad de la casa, porque el asunto de Cataluña no lo quiere abordar; no recibe en la Moncloa al presidente Artur Mas desde hace seis meses) y se reúne con el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, para explicarle todo lo que le ha sucedido a su esposo. Lilian Tintori se ha convertido en la máxima figura de resistencia ante el proceso totalitario de Maduro.

 

Tiene más fuerza que la oposición venezolana. Ha rebasado la popularidad que en su momento tuvo Henrique Capriles. Es Tintori la que levanta el brazo de la opositora expulsada de la Asamblea, Corina Machado. Es Lilian la que ha logrado sacar del Pentágono información valiosa por delicada: Diosdado Cabello es cabeza de un cártel de narcotráfico. Es Tintori la que apoyó a Mitzy Capriles, esposa del nuevo trofeo de Maduro: Antonio Ledezma, encarcelado el pasado viernes.

 

Lilian Tintori, sola, hace mucho más que un puñado de presidentes latinoamericanos juntos. Vergüenza regional, risa global.

 

Andrés Pastrana plantea una sencilla pregunta: “¿Qué más haría falta para que los gobiernos de América Latina levanten su voz en contra de la violación de los derechos humanos en Venezuela?” Mucho, Andrés. Falta mucho por suceder en Venezuela para que políticos latinoamericanos levanten la voz.

 

Mientras que la Unión Europea impide que países como España, Irlanda, Portugal, Chipre y Grecia ingresen a laberintos que casi siempre tienen salida en el default, Latinoamérica actúa con cobardía frente a un caso político que se agrava cada día; mientras que la Unión Europea actúa en bloque frente al conflicto con Rusia, Latinoamérica no logra fijar una posición común frente a Maduro. Mercosur, en el museo. La Alianza del Pacífico no ha dicho nada ante el caso Maduro. Sabíamos que la Alianza es progresista porque intenta sortear la metástasis del modelo chavista. Perú, México, Chile y Colombia. Sí, pero ni Perú, ni México, ni Chile han intentado cuestionar a Maduro. ¿Unidos más fuertes?

 

Nicolás Maduro acude a los libritos que su mentor le dejó autografiados para “mostrar músculo” ante la sociedad. Desmanteló a periódicos como Últimas noticias y El Universal; a Globovisión la convirtió en cadena de televisión hermana de TeleSUR y a la oposición la vincula con el imperio.

 

Ante su discurso cansado, a Maduro sólo le queda cargar miedo en las armas.