Cual si se tratara de un buen vino de cosecha refinada, la legendaria “Banda de los Metales Dorados”, Chicago, demostró la noche del 3 de marzo en la Arena Ciudad de México que como ella quedan pocas. En lo que es su décima visita a nuestro país, la banda comandada por Robert Lamm y James Pankow dio cátedra de buena música con un concierto en el que retomaron una gran mayoría de sus temas clásicos, de la época en que se convirtieron en una de las agrupaciones de rock más grandes del planeta.
Fue un concierto para conocedores, pues por primera vez en sus visitas a tierra azteca interpretaron temas que normalmente no son tan populares pero que tienen una calidad extraordinaria, lo que les fue reconocido por los poco más de 8 mil 200 fans que se congregaron en el coloso de Azcapotzalco y quienes se entregaron por completo desde los primeros acordes del que es el primer tema que aparece en su larguísima discografía, “Introduction”’ el cual dio paso a otros de sus primeros temas emblemáticos, “Questions 67 & 68” y “Dialogue”.
La primera gran ovación de la noche se la llevo el vocalista y bajista Jason Scheff, quien desde que suplió a Peter Cetera en 1986 se ha convertido en uno de los elementos clave de la banda al interpretar “If you leave me now”, tras el cual dieron paso a uno de los tracks de su más reciente álbum, “Now”. Pero de inmediato regresaron a la época en que los metales comandados por Pankow eran la característica primaria de la banda con “Call on me”, “(I’ve been) Searching so long” y la instrumental de ritmos latinos y caribeños “Mongonucleosis”, en el que Pankow y compañía se lucieron, a pesar de las notables ausencias de dos de sus fundadores, Walter Parazaider y Lee Loughnane, cuyos suplentes sacaron la cara para entregarse al máximo arriba del escenario.
Para darse un respiro, la banda dio paso a la parte acústica de la noche, en la que primero Robert Lamm interpretó una de las canciones que hacía años no interpretaban en vivo, “Another rainy day in New York City”, dando paso a Lou Pardini, quien en 2009 tomó el lugar de Bill Champlin en los vocales y teclados para interpretar uno de sus grandes éxitos de finales de los años 80, “Look away”. La tercia acústica concluyó con Scheff (cuyo papá fue uno de los músicos de estudio de Elvis Presley) y “Happy man”.
Antes del intermedio, Chicago sorprendió con la interpretación completa del famoso “Ballet for a girl in Buchanon”, que consta de siete temas (cuatro de ellos instrumentales), entre ellos “ Make me smile”, “So much to say, so much to give” y “ Colour my world”.
Pero lo mejor estaba por ocurrir. Al interpretar varios de sus temas de la primera época, muchos de los asistentes se encontraban un tanto apagados, quizá esperando que llegarán los temas más comerciales de la banda, que abrió fuego en la segunda parte con “Old days” Y “Does anybody really know what time it is”, a los que siguieron los que quizá sean los tres temas más conocidos en México de los originarios de Illinois: “Hard habit to break” Y “You’re the inspiration”, de su álbum más exitoso, el Chicago 17, y la clásica “Beginnings”.
Ya con la gente mucho más prendida, vino la primera ovación de pie de la noche luego de que el baterista, Tris Imboden y el percusionista, el cubano Walfredo Reyes Jr. (quien durante años fue uno de los músicos principales de Santana), tras la interpretación de “I’m a man”, se aventaran un solo en sus respectivos instrumentos que terminó con el reconocimiento de los fans, que les aplaudieron a rabiar mientras daban paso al estilo completamente discotequero de “Street player”.
Y de ahí la gente ya no se sentó. A pesar de que continuaron un par de baladas (“Just you ‘n me” y “Hard to say I’m sorry”, esta última de las más coreadas de la noche), el ánimo ya no decayó gracias a “Getaway”, la clásica “Saturday in the park” y “Feeling stronger everyday”, con el que aparentemente se daba por terminada la velada. Pero faltaba el clásico Encore, en el que nuevamente Lamm, Pankow y compañía se lucieron con “Free” y con la que es el himno de Chicago, “25 or 6 to 4”, en la que su guitarrista Keith Howland lució su virtuosismo para darle un cerrojazo de oro a una noche en la que, una vez más, Chicago demostró por que a casi cinco décadas de existencia sigue siendo una de las bandas más grandes sobre la faz de la Tierra.