LONDRES. Los símbolos son un tuit para la comprensión. No es necesario hablar porque su poder de comunicación es óptimo.

 

La explanada de Horse Guards Parade de Buckingham es un borboteo constante de símbolos. Pocos, pero muy pocos segundos después de las 12 aparece la reina Isabel II a bordo de un Bentley State Limousine con un tono vino oscuro aterciopelado (hecho a mano), acompañada por su consorte, el duque de Edimburgo, para esperar el arribo de su huésped de honor: el presidente Enrique Peña Nieto. La Reina camina con paso seguro.

 

A 25 metros de la Reina se encuentran dos filas de elementos de la guardia de honor, la banda de regimiento y elementos de la guardia montada con sus famosos gorros de piel de oso (que tanto detestan los protectores de animales).

 

El presidente Peña y su esposa, Angélica Rivera, descienden de un Rolls-Royce, también de color vino, y suben un par de escaleras para dirigirse al interior de una carpa montada para proteger de la lluvia a los protagonistas. Lluvia que por fortuna no llega, dada la siempre constante y elevada probabilidad de precipitación.

 

Al fondo, en el Green Park, se escuchan 41 disparos del equipo de artilleros de la guardia montada. La atmósfera impone.

 

El duque de Edimburgo presenta a la señora Rivera a los miembros de la comitiva británica. Ahí estaban, entre otros, el premier David Cameron y su compañero de viaje de gobierno, Nick Clegg; Theresa May, ministra del Interior, y el jefe de la policía londinense, Andrew Parmley.

 

Desde la vulgaridad de un peatón promedio, la arquitectura de la atmósfera de lo que está sucediendo sobre la explanada hace pensar en que ahí se empotró el escenario de una película épica de princesas y príncipes, pero la realidad es que el símbolo nos revela algo imponente: en algún momento de la historia el Reino Unido fue imperio.

 

En efecto, en el símbolo habita la historia que se asimila a la realidad del 3 de marzo de 2015. Y es que, desde una de las partes laterales de la explanada, van apareciendo un numeroso grupo de carrozas a las que se subirán los distinguidos invitados.

 

El carruaje que utiliza la reina, y al que subirá el Presidente mexicano, incorpora fragmentos del buque de guerra favorito de Enrique VIII, el “Mary Rose”; una corona fabricada con madera del “HMS Victory” (navío insignia del almirante Horatio Nelson en la batalla de Trafalgar); y un fragmento del manzano que, de acuerdo a una leyenda, inspiró a Isaac Newton para formular la ley de la gravedad.

 

Al segundo carruaje lo abordan el duque de Edimburgo y la señora Rivera. Los siguen el príncipe de Gales y Camila, su esposa, la duquesa de Cornwall, acompañados por el senador Miguel Barbosa y María del Rosario Orozco, su esposa. Por unos momentos, don Miguel logra olvidar las divisiones sempiternas al interior de su partido y no piensa que muy probablemente el PRD pasará a hacer la cuarta marca política en el país, debido al trasvase de votos de la izquierda hacia Morena.

 

José Antonio Meade, Diego Gómez Pickering, Luis Videgaray, Pedro Joaquín Coldwell, Ildefonso Guajardo, Emilio Chuayffet, Claudia Ruíz Massieu y el general Roberto Miranda, también ingresan a sus respectivos carruajes acompañados de personalidades británicas como, por ejemplo, Duncan Taylor, el embajador en México.

 

David Cameron y Nick Clegg no alcanzaron carroza. El protocolo no los incorporó, por lo que salen caminando hacia sus oficinas, que se encuentran en uno de los costados de la explanada.

 

Los carruajes recorrieron en menos de cinco minutos el parque St. James, pasaron junto a la abadía de Westminster, y finalmente llegaron al emblemático Palacio de Buckingham en el que seis mexicanos dormirán dos noches. Como manda el protocolo, al presidente Peña y a su esposa les extendieron otras cuatro invitaciones. No más. Miguel Barbosa y su esposa en un cuarto. Y dos cuartos más para José Antonio Meade y Luis Videgaray, los dos secretarios que flanquean el poder presidencial dos años.

 

Dos manos se balancean en el último carruaje: las de Claudia Ruíz Massieu y Roberto Miranda, los últimos de la fila. El gesto, que posiblemente no está incluido en el protocolo, se lo dirigen a un grupo de periodistas mexicanos.

 

Y así, la Reina Madre compartió con el presidente Peña su propio símbolo.

 

La historia de un imperio a lo largo de dos noches.