SAN JUAN. Ésta es una tierra de prosapia, tradición e historia, de crónicas únicas en la evolución de la industria vitivinícola argentina: región emergente, en avance en el mapa mundial de consumidores, pero con décadas de trabajo que estructuran una filosofía, un estilo, en sintonía con las características únicas del entorno. Dentro de esa ruta de descubrimientos, afianzamientos y fortalezas, destaca sin duda la presencia de Graffigna, bodega fundada en 1870 y que como en otros casos es resultado del embate empresarial en nuevos espacios, en la apropiación de un vasto territorio en paralelo con la avanzada de la ruta del ferrocarril.
Graffigna es sinónimo de vinos emblemáticos, pero también de una recuperación de la historia que con todo su sentido romántico y de promoción turística no deja en el olvido un momento estratégico de la vitivinicultura en América: el Museo Graffigna, constituido en 2003, es una lúcida estampa tridimensional que expone oficios, herramientas y evoca estilos de vida en el San Juan decimonónico, sin olvidar la mítica presencia de Santiago Graffigna, fundador de la empresa, y de quien se cuenta no perdía de vista el movimiento del personal desde su oficina principal, hábilmente camuflajeado por un cristal. La pátina del tiempo tampoco desmerece cuando se recuerda que fue en 1935 cuando se empezó a transmitir por iniciativa de la bodega La voz del vino, el primer programa radial emitido fuera de Buenos Aires.
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