La tradicional inestabilidad y pequeñez del sistema bancario mexicano es atribuido a la alianza que históricamente se ha establecido entre gobierno y banqueros. Esa es una de las conclusiones más fuertes e interesantes que arroja la investigación de Stephen Haber y Aldo Musacchio en su libro “Los buenos tiempos son éstos. La incursión de los bancos extranjeros en México después de un siglo de crisis bancarias” y que publicó recientemente el Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
La investigación que fue premiada el año pasado por el Centro –premio en el que debo decir que participé como jurado- es relevante entre otras razones porque pone de relieve las tradicionales debilidades del sistema bancario mexicano que fueron moduladas, en buena medida, por los intereses políticos de los gobiernos en turno prácticamente desde hace un siglo. Así que por lo menos hasta hace década y media la banca mexicana, concentrada en muy pocos grandes grupos empresariales del país, debía su debilidad sistémica de crisis recurrentes a una relación conveniente y perversa para el poder político en turno.
“Con excepción del breve periodo de 1991-1994, cuando los bancos mexicanos prestaban casi de manera salvaje porque sólo una pequeña parte de su capital estaba en juego, por lo que a la historia se refiere, México ha tenido un sistema de banca comercial muy pequeño. La razón de la pequeñez de la banca comercial en México fue la naturaleza de la alianza entre el gobierno y los banqueros de México, como hemos demostrado en este trabajo. La tensión que se generó no sólo dio lugar a niveles modestos de crédito por parte de la banca comercial, sino también a un sistema bancario inestable.
En efecto, cualquier modesto crecimiento que haya ocurrido de los veinte a los noventa fue ofuscado por la represión financiera durante la segunda mitad de los setenta, cuando el gobierno decidió financiar sus déficits por medio de un impuesto de inflación y tasas altas de depósito. Después el gobierno expropió directamente el sistema bancario en 1982. Cuando éste intentó formar una nueva alianza con un grupo de banqueros durante la privatización de 1991-1992, la naturaleza del acuerdo que idearon prácticamente garantizó que en poco tiempo colapsara el sistema bancario.
En resumen, si es que podemos hablar de los ‘buenos tiempos’ de la banca mexicana, parece que son precisamente éstos, los de hoy”, afirman Haber y Musacchio, quienes buscan demostrar con su análisis histórico y econométrico como la presencia de bancos extranjeros en México ha redundando en una mayor estabilidad y eficiencia del sistema modificando la tradicional alianza histórica entre gobierno y banqueros.
El asunto sobre la relación entre gobierno y banca y sus impactos en el bienestar social de México, que abordan Haber y Musacchio con su investigación, es relevante no sólo para explicar lo que ocurrió con la banca en el último siglo, ni se reduce a explicar –en todo caso- las bondades de la presencia de la banca extranjera en el país que defienden los autores; sino también porque en la actual coyuntura es relevante develar si la naturaleza de la relación gobierno-banca sigue siendo un impedimento para el crecimiento y calidad del propio sistema y su impacto en la economía.
¿Cómo influyen en los costos de transacción, en los riesgos y en la eficiencia del sistema los crecientes poderes regulatorios y policiales del gobierno? ¿Cómo impacta en los resultados del sistema el poder de un gobierno que demanda crecientemente financiamiento desde los bancos?
De lo que se trata es que se tenga un sistema bancario estable, eficiente, y rentable, pero también grande; y en México el sistema bancario sigue siendo aún pequeño.