MADRID. El fútbol reapareció en el estadio Santiago Bernabéu gracias al croata Luka Modric, que cambió la cara de un Real Madrid que con media hora de brillantez convirtió los silbidos en aplausos gracias a su actitud y los goles del galés Gareth Bale ante un Levante superado (2-0).
El Real Madrid plasmó en el terreno de juego la fórmula para levantarse de la lona y recuperar una dosis de autoestima antes de un Clásico decisivo en el Camp Nou. Actitud, sacrificio, brillantez con balón, presión al rival. Cualidades futbolísticas que brillaban por su ausencia en una crisis de identidad y que reaparecieron cuando se terminó el margen de error de un equipo que pasó de invencible a vulnerable.
El Levante no tuvo opciones de nada. Los últimos capítulos vividos en el Bernabéu, con Villarreal y Schalke adueñándose del partido y sacando a relucir las carencias tácticas del dibujo de Carlo Ancelotti, no se repitieron por la aparición de Sergio Ramos, inconmensurable en defensa, y Modric como cerebro de todo. El croata mejora a todos. De inicio provoca que el balón deje de quemar en los pies y mete una marcha más al fútbol que permite a los tres de arriba tener mayor protagonismo.
Entre la desesperada búsqueda de gol de Cristiano Ronaldo apareció Bale con ganas de tapar bocas. A las malas ha sido junto a Iker Casillas, hoy protegido de los silbidos con la suplencia, el futbolista más señalado por la afición.
Mantuvo Ancelotti el 4-3-3 y el galés brilló como nunca en la derecha. Picado, rápido, dando todo en cada balón. Era su día y lo exprimió desde su primera acción. Control, giro de cuerpo y disparo al que no llegó por milímetros Cristiano para abrir el duelo.
Era el guión que caía sobre un Levante superado en todas las facetas del juego que se limitó a intentar mantenerse en pie ante las oleadas blancas. Modric estaba en todo, con brillantez en el pase, alimentando al generoso Benzema que hasta cuando tiene opción de chutar busca a Cristiano. Era el minuto 4 cuando el portugués perdonaba la primera clara, con la puntera al poste con todo a favor.
El Real Madrid acababa todas las jugadas y cuando perdía balón recuperaba con rapidez. Era fruto de una presión inexistente hasta hoy. Lo valoró la afición madridista que aplaudía la nueva cara tras el amago de infarto en octavos de Liga de Campeones. Instalado en campo rival, el partido fue un ataque continuo de su equipo. Pepe y Bale remataban con peligro dos saques de esquina antes de que el colegiado acertase anulando un gol a Benzema por fuera de juego.
Bale encontró una autopista en la derecha. Lanzaba carreras y desmarques, se asociaba con todos y encontró, nueve partidos después, el premio del gol. Una chilena de Cristiano la sacó Navarro bajo palos y el balón cayó al galés que lo colocó en la escuadra. Su celebración mostró la rabia contenida. Se tapó los oídos como protesta a los silbidos de otros días y lanzó una patada al banderín de córner.
El tanto no calmó las ganas de renacer de los jugadores madridistas. Cristiano seguía con su pelea en la definición. Un centro de Bale lo remató con el gemelo en vez de con la bota, antes de que el galés en un nuevo servicio desde banda viese como el larguero evitaba el tanto tras desviarlo Simao.
El físico dio para media hora de alta intensidad. Retrocedió metros el Real Madrid para que el Levante tomase un poco de aire, siempre sin peligro con Keylor Navas como un espectador más. Apenas vio un remate de cabeza desviado de Uche, antes de que llegase la sentencia. Fue una acción de estrategia de las que se ven poco por Chamartín. A cinco minutos del descanso Carvajal sorprendía, pase atrás con Cristiano llegando libre de marca y chutando a gol. Cuando el portugués lo celebraba se dio cuenta de que su disparo no iba a puerta y lo había desviado a gol Bale. El galés no lo celebró por respeto a su compañero.
No hubo más en el Bernabéu. El físico no da para mayores exhibiciones pese a jugar un solo partido esta semana. El ritmo fue decayendo en el segundo acto. Sin Toni Kroos, protegido por Ancelotti de recibir una amarilla que le impidiese jugar el Clásico, la atención se centraba en otro apercibido como Isco. Jugó 69 minutos hasta que la entrada de Jesé provocó el paso a un 4-4-2.
Las llegadas del Real Madrid se fueron reduciendo. Estuvieron en las botas de Benzema, con gestos técnicos de altos vuelos. Enganchó un centro arriba de primeras y sacó de su chistera un recurso grandioso. De un centro cruzado que se le quedaba atrás, sacó un taconazo lateral que estrelló en la cruceta. La ‘BBC’ se estrelló con la madera.
El partido se fue apagando, sin los jugadores del Real Madrid poniendo el broche anímico necesario para una afición que quería más. Como Cristiano, que realizó un último intento con un cañonazo centrado al cuerpo de Mariño y un remate a las nubes a centro de Marcelo. Su romance con el gol tendrá que esperar al Camp Nou, donde la presencia de Ramos y Modric aumenta el optimismo.
OBO