Los medios de comunicación progresistas se han despojado de la nacionalidad para convertirse en marcas globales pero algunos de sus consumidores no han logrado desarmar el mapa de sus respectivas cabezas.
En efecto, no hay nada más irreal que un puesto de periódicos en la esquina de Tamaulipas y Campeche, en la Condesa (Ciudad de México). Pensar que el mosaico de diarios exhibidos por el voceador refleja el espectro total de noticias suena a engaño. El acto podría calificarse como de ignorancia supina o, si se prefiere, autocensura supina. Lo mismo sucede con la oferta de canales de televisión y radio. Nos resistimos a ser rehenes de los mapas que nos desplegaron en las clases de geografía en la primaria.
The New York Times recoge palabras de Andrew Seele, del Wilson Center en Washington: “En un país donde los periódicos no han realizado siempre periodismo de investigación (Carmen Aristegui) llenó ese papel”. Seele agrega que Aristegui deja pocas dudas en la defensa de la ideología de izquierda.
The Guardian va más lejos; como preámbulo al caso del despido de Carmen Aristegui de MVS Radio, Jo Tuckman, corresponsal, escribe una extensa nota iniciando con las siguientes palabras: “En un país plagado de corrupción, la delincuencia y el abuso, y donde decir algo equivocado a gente equivocada puede que te maten, periodistas mexicanos pueden tener dificultades para obtener información sólida”. Asimilando su interés con la agenda del periódico británico, (The Guardian ha sido el medio toral para dar soporte a las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad -NSA- de Estados Unidos), Tuckman aborda el tema de Mexicoleaks, un software que se alimenta de filtraciones creado en Ámsterdam por el organismo Free Press Unlimited.
Sobre Aristegui, Jo Tuckman escribe: “Ha ganado grandes audiencias gracias a su estilo de entrevista tenaz, monólogos críticos y una serie de investigaciones de alto perfil, incluyendo la revelación de un contratista favorecido por el gobierno (casa blanca)”.
Le Monde apunta que Aristegui ha tenido problemas en algunos de sus trabajos “por la franqueza de sus palabras”. El País recuerda que el espacio de Aristegui tuvo “amplia audiencia y se caracteriza por sus críticas al gobierno”. Wall Street Journal aborda el tema en el que la periodista tocó conflictos de interés del Presidente por el caso casa blanca. Nathaniel Parish Flannery de Forbes elige la siguiente cabeza para ilustrar su texto: “El despido de la periodista Carmen Aristegui es una mala noticia para México”.
En la lógica del proceso de construcción de la realidad los medios de comunicación tienen un mayor número de elementos de influencia que la maquinaria de un Estado. Las naturalezas de ambos lo define: una de ellas es crítica mientras que la otra es controladora.
Por otra parte, las redes sociales catalizan el descontrol de la información por la ausencia de jerarquías; son campos de batalla entre iguales. Pero cuando la marca The New York Times dispersa contextos negativos sobre México contribuye a la conformación del posicionamiento top of mind (primera mención de una persona al escuchar la palabra “México”) de sus lectores.
El caso Aristegui se convierte en un fenómeno entre medios globales por dos razones: marcas de medios de comunicación se han convertido en globales quitándose de encima el manto nacionalista y la ausencia en el aire de Aristegui es cubierta por sospechas, y sabemos que una sospecha tuiteada se convierte en realidad que nunca coincide con versiones gubernamentales.