Agotada la fase crítica personalizada del affaire Carmen Aristegui, lo que queda es tratar de sacar algunas lecciones de periodismo. Y como siempre ocurre en incidentes similares, la primera víctima es el periodismo porque lo demás se reduce a la salvaguarda de popularidad.
Del asunto Aristegui habría cuando menos tres lecciones importantes:
1.- El periodismo crítico corre el peligro de convertirse en activista y antisistémico a costa de sacrificar la veracidad en aras de la militancia. Aristegui cerró su programa a otras voces y sólo permitió las coincidentes, con lo que se salió del periodismo crítico para estacionarse en el periodismo autodisidente aun a costa de forzar la interpretación unidireccional de la realidad.
2.- A pesar de que el periodismo crítico se ha topado con la estructura empresarial o estatal de la información, su ejercicio se ha reducido al heroísmo. Las reformas políticas, incluyendo el derecho a la información, han carecido de propuestas reales que garanticen el periodismo crítico frente a los editores y frente al Estado. En Europa y EU existe el modelo de la cláusula de conciencia para garantizar el pensamiento crítico del periodista aún en situaciones de subordinación empresarial de los medios.
3.- Y ante casos de derrotas del periodismo crítico ante la configuración empresarial y estatal de los medios, en México hace falta una mayor promoción de la organización social de los medios. Las reformas a las telecomunicaciones han ignorado, por ejemplo, la necesidad de que haya porcentaje de tiempo para periodistas críticos en medios del Estado o facilidades para la creación de medios de carácter social y no empresarial. Los periodistas críticos han quedado atrapados en la redes de poder de los intereses empresariales de propietarios y funcionarios.
En este contexto se localiza la debilidad estructural del periodismo crítico en una organización mediática dominada por intereses parciales. Y cabe la pregunta: ¿por qué en su contrato con MVS privilegió Carmen Aristegui el aspecto salarial y no incluyó el modelo de cláusula de conciencia para proteger el enfoque político de su contenido?
Por ello la lucha por el periodismo crítico termina en héroes existenciales pero individualizados y no en estructuras sociales, políticas y legales que obliguen a los propietarios, sobre todo de medios concesionados por el Estado -radio y televisión-, a garantizar independencia crítica de los periodistas.
La transición democrática mexicana ha olvidado el papel de los medios, a pesar de que la derrota del PRI fue posible sólo por el papel activo de la prensa crítica en la desacralización del presidencialismo como la estatua de Lenin del viejo régimen autoritario y del PRI como el muro de Berlín del absolutismo.
La democracia mexicana exige una ley de la libertad de prensa donde se consagren los derechos y deberes de los periodistas críticos frente a sus editores y concesionarios y también frente a la pluralidad propia. Aristegui impidió entrevistas con periodistas que alguna vez la criticaron, dejando su programa como un espacio personal de crítica sin pluralidad, un club exclusivo y militante.
En lugar de catapultar su crisis hacia reformas legales que modifiquen la estructura de dominación de medios electrónicos concesionados por el Estado, Aristegui ha preferido su papel de Pasionaria del periodismo o de Juana de Arco de la libertad de opinión o de Juana de Castilla cargando el cadáver de Felipe El Hermoso, una especie de heroína al estilo Carlyle, donde la historia la hacen las personas y no las masas ni las clases.
De todos modos ahí está: leyes que garanticen la libertad del periodista frente a los dueños de los medios y del Estado y espacios en medios concesionados para el periodismo crítico al margen de los propietarios.