El sector más castigado de la economía en los últimos años es el de la construcción de viviendas. El golpe que recibió derivado de la crisis financiera fue tan severo que no ha podido levantarse en los últimos seis años y los apoyos públicos no dan una.
Veamos la historia. En 2009, la inversión real en la construcción residencial cayó 11.6%, aunque el declive ya venía gestándose desde 2007, después del boom que se dio durante el gobierno de Vicente Fox. En los siguientes seis años, hasta 2014, la historia siguió contando el dramatismo del sector. En 2013, la inversión en la construcción residencial cayó 5% y para 2014 los datos preliminares apuntan a una recuperación para apenas sacar el cuello del terreno negativo, ligeramente por encima de 0%.
Cuando se habla de construcción se refiere a un sector crucial para la economía popular y para la generación de los empleos. Es de esos sectores que atraviesan transversalmente a los demás. Los que demandan mucha mano de obra, pero también plásticos, vidrios, acero, ladrillos, madera, cemento, cerámicas, artículos eléctricos, tuberías, aluminio, yeso, productos químicos, impermeabilizantes, y muchos más. De allí que su efecto multiplicador sobre la economía sea tan relevante.
Pues bien, el valor real de la edificación se desplomó 18.6% en 2009 y caídas recientes de 5.6% en 2013 y 2.7% en 2014.
Describo este panorama para dimensionar el reto que tiene enfrente la construcción de viviendas para este año y para los que siguen dado el déficit de viviendas que se tiene en el país. Un reto que se magnificó con el cambio de reglas que planteó el gobierno actual al arranque del sexenio y que quebró a las grandes empresas constructoras de viviendas, pero también que se agiganta porque los ingresos reales medios de la población se han estancado.
Y por si esto no fuera suficiente, el sector de la vivienda enfrenta el problema de que la palanca financiera del gobierno es un banco de desarrollo que desde hace tiempo da tumbos.
Una mirada a las finanzas de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF) -es el nombre del banco del gobierno para financiar el desarrollo de la vivienda en México- da cuenta de los serios problemas financieros que enfrenta a partir de que se encargó del rescate del sector hipotecario durante el gobierno de Felipe Calderón.
Un dato dice mucho: De los más de 24 mil millones de pesos de cartera vencida que registran los seis principales bancos de desarrollo del país, más de 21 mil millones corresponden a la SHF; prácticamente todo.
Desde otra perspectiva la cartera vencida de la SHF es 30% del total de su cartera crediticia, un dato suficiente como para quebrar a cualquier banco que no fuera propiedad del Estado; por la simple razón de los enormes recursos que necesitaría para cubrir ese riesgo (las estimaciones preventivas para riesgos crediticios de la SHF es cinco veces mayor que las de la banca de desarrollo en su conjunto). La realidad es que la SHF capta la mayor parte de sus recursos (60%) de “préstamos interbancarios y de otros organismos”, como reza su contabilidad oficial. Para decirlo pronto, vive de transfusiones sanguíneas desde el gobierno federal.
Así que el alicaído sector de la construcción de viviendas tiene una ‘palanca’ financiera gubernamental enclenque que no está en condiciones de impulsarla como se necesitaría, además de que la política de vivienda del gobierno sigue quedando a deber por una preocupante ausencia de rumbo.