“Los perros ladran cuchillos” y en el cuadrilátero, cual “muñecos de hojalata deciden vida, deciden muerte”, abandonados a su suerte, como escribió el poeta Chales Bukowski. Sudor, vuelos, patadas, un y la muerte enredada en el encordado con un tablón arrancado del propio escenario, improvisado como camilla para llevar al luchador a vestidores y luego al hospital. ¿Negligencia? Es lo menos, aunque los involucrados lo nieguen. La muerte tiene su propia máscara en la versión oficial: “traumatismo cervical”.

 

Siete largos minutos, acusa el luchador Rey Misterio, fue el tiempo en que Pedro Aguayo Ramírez, mejor conocido como El hijo del Perro Aguayo tardó en recibir atención médica, luego de que una patada lo dejará inconsciente, colgado de la segunda cuerda del encordado en una arena en Tijuana.

 

¡El show tiene continuar! El Hijo del Perro duró colgado en la segunda cuerda casi dos minutos, sin que el réferi interviniera, sin que nadie pudiera evitar una patada voladora más que le pasó apenas a centímetros de su ya inconsciente cuerpo. Incluso la reanimación fue brusca, zarandeado por algunos de sus compañeros. ¿Y el cuerpo médico? Según Ernesto Franco, médico de la Comisión de Lucha Libre de Tijuana, ellos actuaron con rapidez, lo trataron de resucitar durante una hora y si tardaron en llegar al ring fue porque, según sus palabras, atendían en vestidores a otros dos luchadores, también lesionados.

 

¿Pero y la camilla, el collarín y el oxígeno? A El Perro Aguayo jr. lo sacaron en un tablón hacia una de las dos ambulancias que, también dice el médico, tenían para cualquier incidente. Al final, las maniobras de resucitación de más de una hora, que presume Franco, no funcionaron. Ni siquiera pudieron hacer llegar una camilla. Ya no digamos el equipo que se usa para inmovilizar a un presunto lesionado de la columna vertebral (tabla espinal rígida con inmovilizador o de menos un collarín cervical).

 

Ayer, el padre de Aguayo Ramírez, Don Pedro Aguayo, el mayor de la jauría y leyenda retirada, acudió a una funeraria en la ciudad de Guadalajara para rendir el último homenaje a su hijo y discípulo.

 

Paso lento que traicionan a las articulaciones para los pasos más elementales. Don Pedro, el primer Perro Aguayo acudió al velatorio con la imagen fresca de su hijo trepado en la tercera cuerda de la Arena Coliseo, proclamando a los cuatro puntos que la leyenda más grande de la lucha libre en México era su papá: el gran Can de Nochistlán. Esa noche de 2003, un joven Perro Aguayo ofreció a su padre el trofeo de La Leyenda de Plata que recibió de las manos de El Hijo del Santo. Lo rompió y reclamó para su progenitor el título del más grande.

 

Desde el comienzo este perrito ladraba cuchillos. El Perro Aguayo padre alguna dijo que sería feliz si muriera de cara a las lámparas del encordado, pero ese final estaba reservado para su heredero. Ya lo dijo Bukowski: “los hombres fuertes mueren por hatajos”.

 

 

¿Por qué hay pocas muertes?

 

La lucha libre no es exactamente un deporte, sino más bien un espectáculo. Pero como quedó demostrado con la muerte de El Hijo del Perro Aguayo, es peligroso. Pero han habido pocas muertes considerando el frenético ritmo de trabajo al que se enfrentan, muchas veces con dos funciones el mismo día.

 

Los luchadores se entrenan de forma muy rigurosa desarrollando las grandes musculaturas con las que se les identifican y que principalmente sirven para su protección. Las evoluciones que realizan en la arena son cuidadosamente ensayadas años antes de tener la oportunidad de formar parte del show. Una vez dentro, el trabajo se intensifica con el principal objetivo de no lastimarse ni lastimar a los rivales.

 

Por eso, los entrenamientos en las arenas son secretos. Ahí, los archirrivales se encuentran, trabajan y ensayan para mantener el espectáculo en el nivel de calidad que esperan los aficionados.

 

Y aun así, ha habido varias muertes en el cuadrilátero, como la reciente de un luchador llamado Cometa Tapatío, quien falleció en 2012 por un daño en las cervicales; Oro, quien murió a los 22 años en 1993 por un golpe en la cabeza y Sangre India, en 1979, por un golpe en la cabeza.