Inherent Vice (Dir. Paul Thomas Anderson)
En un acto que no deja de ser una osadía a la vez que una sorpresa para todo aquel que conozca la obra del escritor Thomas Pynchon, el director de cine Paul Thomas Anderson ha hecho lo que parecía imposible (o que al menos nadie se había atrevido): adaptar al cine Inherent Vice, una de las novelas más famosas del mencionado novelista estadunidense.
Pynchon es de esos personajes que parecieran insertarse en la cultura pop por la puerta de atrás; sus novelas, usualmente escritas con una prosa sumamente difícil de seguir, han sido incluso rechazadas por el jurado del Pulitzer al considerarlas “obscenas”, paranoicas, histéricas y densas. Justo en la época del reinado de las selfies y la autoexposición en redes sociales, el escritor se niega a tener aparición alguna en los medios, al grado de que nadie conoce a ciencia cierta su rostro, siendo esto un gag recurrente en Los Simpson, donde el escritor “aparece” de vez en vez como un personaje que porta una bolsa de papel en la cabeza.
El mito era demasiado atractivo como para que Paul Thomas Anderson no aceptara el reto de adaptar una obra de Pynchon, el problema (o mi problema, más bien), es que en Inherent Vice hay mucho Pynchon y muy poco Anderson; estamos en la cinta más laberíntica, abigarrada, delirante, obscura (y en este caso nada de esto es un halago) del director oriundo de California.
Estamos en Los Ángeles, en la década de los 70. Doc Sportello (Joaquin Phoenix, siempre en la intensidad de su propia técnica) es un detective, digamos, sui géneris: consumidor habitual de marihuana, permanentemente despeinado, de sandalias y siempre navegando en su propia nube de cannabis. Doc es visitado por su ex-novia, Shasta (Katherine Waterston), quien es ahora amante de un empresario de bienes raíces y cuya esposa está planeando secuestrarlo. Shasta le pide a Doc investigue el asunto pero justo al día siguiente, ella y el empresario desaparecen.
Siempre acompañados por la dulce voz en off de una narradora, la historia se torna en un relato noir que contrasta con el sol de California. Doc saldrá a investigar el paradero de su ex-novia pero, cual madeja de estambre, lo único que encontraremos es más personajes, más subtramas, más conversaciones que nunca sabemos si son parte del eterno viaje de marihuana de Doc o si todo lo que vemos está pasando en la realidad. Más que actuaciones, lo que vemos son cameos extendidos, ya sea de Josh Brolin (como un duro policía), Owen Wilson (otro personaje de aura misteriosa), Benicio del Toro (abogado de Doc), Martin Short (un hilarante doctor cocainómano) y hasta la pornstar Belladonna.
Se nota el empeño a rajatabla de Anderson por ser fiel al texto original manteniendo en los diálogos el humor que hace de Inherent Vice, el libro, la obra con más gags y chistes de toda la bibliografía de Pynchon. Ese rigor hace inevitable que la trama se torne – como toda obra de Pynchon- confusa, con demasiadas historias paralelas, demasiados personajes, creando rápidamente una sensación de descontrol y ambigüedad que resulta hastiante.
La cámara, aquel juguete que Anderson usualmente maneja con exactitud casi matemática, ofrece aquí pocas sorpresas: insistentes close-ups, algunos travellings y apenas una escena de confesiones y sexo filmada como plano secuencia, único atisbo del Anderson más clásico.
¿Es una mala película? El cine de Paul Thomas Anderson es mucho más complejo e interesante como para simplemente dejarlo en términos de “bueno o malo”, pero si me pidieran enlistar sus obras en orden de preferencia, definitivamente Inherent Vice quedaría al final de la lista.
Inherent Vice (Dir. Paul Thomas Anderson)
3 de 5 estrellas.