México tiene aún un largo camino por recorrer para convertirse en una economía verde. Hasta 2014, ésta representaba apenas 1.04% del Producto Interno Bruto, casi la mitad del 2.14% plateado como meta para final del sexenio.
Hasta diciembre del año pasado, la llamada economía verde, que en su definición más simple se le considera baja en carbono, eficiente en el uso de recursos e inclusiva socialmente, daba empleo a 776 mil 214 personas, pero la meta es llegar a 1 millón en 2018, de acuerdo con el Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales 2013-2018, del Plan Nacional de Desarrollo.
De acuerdo con el documento, el valor de la producción de bienes y servicios ambientales en relación con el PIB ha tenido incrementos por debajo de lo esperado. En 1990 representaba 0.6% del PIB y para 2009 fue de 0.8%, es decir, un crecimiento de apenas 0.2 puntos en dos décadas.
En 2010 se dio un salto importante al llegar al 1.12% del PIB en el sector verde; sin embargo, esto fue momentáneo pues desde entonces ha venido a la baja hasta llegar a 1.04% el año pasado, equivalente a 139 mil 964 millones de pesos. En términos del PIB es la mitad de lo recomendado por la ONU.
Más allá de los compromiso asumidos para el final del sexenio, el Estado mexicano se acaba de comprometer ante Naciones Unidas a reducir para 2030 en 51% su emisión de partículas negras de hollín y en 22% la generación de bióxido de carbono, metano, óxido nitroso y gases flurocarbonados.
Estos compromisos implican que para 2026 la economía mexicana debe desaclopar 40% de su PIB a las actividades productivas relacionadas con la generación de gases de efecto invernadero.
Para Rodrigo Gallegos, director de Cambio Climático y Tecnología del Instituto Mexicano para la Competitividad, los retos son grandes en esta materia, más en un contexto de recorte presupuestal; a esto se suma que en estos momentos el medio ambiente no se beneficia del crecimiento de la economía.
“La relación que sí es insostenible hoy y no ha mejorado significativamente el costo que tiene la degradación de nuestros recursos versus la generación de riqueza en el país. En términos generales, y con datos del INEGI, en México más o menos crecemos desde hace dos décadas al 2% anual, pero lo que nos cuesta la degradación de los recursos naturales en el país es superior al 6% del PIB”, explicó.
Para Gallegos es momento de ver las oportunidades para tomarlas. Casos como la generación de energía limpia, una mejor política de manejo agua y un enfoque verde en la industria manufacturera son ejemplo de ello.
“La economía verde es un sector con gran potencial. El Banco Mundial acaba de sacar un documento en el que refiere que hay 6.4 trillones de dólares para inversión en tecnologías limpias en países en vías de desarrollo para los siguientes 15 años. Esa cantidad de dinero es más o menos la cantidad de dinero que se invierte hoy en todo el sector de construcción e infraestructura en el mundo”, añadió.
Experiencias positivas
Dolores Barrientos, representante del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), señala que en países como India y China los resultados de invertir en economía verde han sido positivos, por ello desde la ONU tienen proyecciones de que poner dinero en sectores como el forestal o agua traerá beneficios en un par de décadas.
Sus declaraciones están basadas en el estudio “Hacia una Economía Verde” que realizó el PNUMA a nivel internacional en 2011, donde indica que si se invierte el 2% del PIB mundial de aquí hasta el 2050 en sectores verdes aumentará el empleo y se reducirá el consumo de agua.
Para el caso de México, precisó Barrientos, es fundamental impulsar la economía verde en las zonas rurales, donde de acuerdo con el Coneval 61.6% de la población es pobre, y una de cada cinco personas padece de pobreza extrema.
“El estudio comenta que la pobreza extrema en nuestro país está ubicada en zonas rurales donde está nuestro capital natural, donde están los bosques, las montañas, las costas. Ahí es donde está el capital natural, ahí está también el grupo de mexicanos menos favorecido”.
De respetarse esta inversión se incrementarán 10% los rendimientos de los principales cultivos en el mundo, además de reducir una quinta parte de la demanda de agua. Junto con esto, en la próxima década el empleo en la agricultura crecería 4% más que las tasas actuales, mientras que para mediados de siglo el crecimiento de las tasas de empleo en silvicultura serán del 20%, en transporte 10% y energía 20%.