Barack Obama ha dejado la grilla para los republicanos. Su política exterior se robusteció en diciembre pasado tras el anuncio conjunto, Cuba-EU, sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas. El efecto lo resintió Caracas. Ahora, Venezuela ha reducido entre 23% y 32% la exportación de petróleo a Cuba, quedando la cifra en 55 mil barriles diarios, la mitad de lo que enviaba en 2012.

 

Sabemos que la política exterior de Washington es de las pocas en el mundo que mueve el tablero geoestratégico.

 

Mientras que los republicanos tratan de demoler con martillo la arquitectura de Obama, pensemos en el Obamacare o la minirreforma migratoria, el presidente tiene la mirada en Lausana, intentando sacar un buen pacto nuclear con Irán (y cinco países atestiguando), lo que podría ser el golpe de Obama del año en materia de política exterior. El efecto lo resentirá Israel.

 

Los republicanos intentan reaccionar a su manera. Ted Cruz se autodestapa. Con martillo no podrá hacer demasiado. Así que aspira llegar a la sala de control de máquinas de la Casa Blanca para demoler lo que pueda tumbar.

 

De ahí que Obama estire la liga lo máximo permisible para dejar en el despacho Oval varias reformas de política exterior en varios puntos de no retorno. Por ejemplo, sería absurdo que Washington y La Habana abrieran embajadas para que los republicanos coloquen un anuncio en la puerta: No hay embajador pero sí servicios diplomáticos.

 

En el caso de Israel es distinta la estrategia que se encuentra aplicando Obama. Dejar hacer, dejar pasar. Oriente Próximo se desmorona pero Irán regresa. Obama entiende que el propio discurso de Netanyahu lo va aislando. Cada vez que el israelí abre la boca, se aleja de la puerta de su laberinto.

 

Lo vimos durante la reciente campaña electoral. Netanyahu aseguró a su electorado que mientras que él gobierne no permitirá el ascenso de un estado palestino. Obama agarró el guante y frente a micrófonos dio por recibido el mensaje del político corto de miras.

 

Benjamin Netanyahu

 

El día después de su reelección, intentó revelar un pie de página para disculparse de las agresiones verbales (también electoreras) en contra de los árabes que participaron en las elecciones. Muy tarde, los árabes le respondieron que no, no lo perdonarán. Obama, observando desde la Casa Blanca.

 

Algo más, Obama acaba de surtir cachetada con guante blanco a su rival Boehner, el presidente de la Cámara de Representantes. El mismo hombre que invitó a Washington a Netanyahu a principio de mes. Los republicanos lo recibieron con aplausos en el pleno de la Cámara. Obama no hizo lo propio en la Casa Blanca. Dos semanas después, los medios revelaron que Israel ha espiado a Estados Unidos durante el proceso de negociación del 5+1 con Irán. Boehner, compungido, se dijo sorprendido.

 

Si antes que termine el día de hoy el Grupo 5+1 logra un acuerdo con Irán, estaríamos hablando de su regreso a la cancha de la globalización. Atrás quedó Ahmadineyad, el iraní que tejió un red de amistades en Latinoamérica que a su vez eran enemigos de Estados Unidos. Pensemos en Chávez.

 

Obama tiene prisa. Arabia Saudita, su aliado, ya comenzó a atacar en Yemen en defensa de los sunitas haciendo enojar a Irán. Como van reacomodándose los escenarios, es probable que Irán llegue a confrontar a los árabes en Yemen, y de llegar a ocurrir, Obama estará entre la espada y la pared. Le está pasando con el tema de Siria o del mismísimo Egipto. De ahí que tenga prisa en pactar con los iraníes el tema nuclear.

 

Sobre el terreno geoestratégico muchas fichas se mueven. Por sus desplazamientos se puede observar que Cuba e Irán regresan y a Venezuela la estamos perdiendo.