Aprovechando este espacio de difusión, he mencionado en distintas ocasiones que la más grave negligencia, una de las principales causantes a la que se le atribuye nuestra demora hacia el desarrollo, es la impunidad. La falta de castigo para aquellos cuya infracción es completamente evidente sigue siendo un rezago que, como sociedad mexicana, nos indigna y nos desalienta.

 

La falta de acceso a la justicia se culpa a múltiples causas, pero la más común es la frecuente realidad de que muchos poderosos en México se encuentran por encima de la ley, haciendo o deshaciendo caminos para llegar a sus destinos con la mayor ganancia y pasando por encima de derechos y obligaciones que, como ciudadanos comunes, tenemos que cumplir día con día.

 

Temo de la torre

 

Carmen Aristegui, en su programa de radio matutino por la cadena MVS, tenía la destreza de dar un seguimiento insistente a temas que otros programas apenas daban difusión. En parte se debía a que era su propio equipo de investigación el que revelaba algunos escándalos, sin embargo, como periodista dedicada, llegaba muy lejos en su trayecto para evitar este síndrome social que tanto daña: la impunidad.

 

A raíz de su salida, me pregunté qué fue de Cuauhtémoc Gutiérrez, este controvertido priista a quien Aristegui culpó de utilizar recursos públicos para contratar mujeres y satisfacer un corrompido apetito sexual. Pareciera que los encabezados en los periódicos hubieran olvidado la historia de esta controvertida figura.

 

Antes del escándalo, conocía muy poco sobre Cuauhtémoc Gutiérrez. Recuerdo que, en 2011, en su campaña para diputación federal, invitaba a una consulta popular para castigar con castración química a violadores y pederastas.

 

Cuauhtémoc es hijo de Rafael Gutiérrez y Guillermina de la Torre. El primero fue líder del gremio de pepenadores en el Distrito Federal y estuvo, desde joven, afiliado al PRI. Sobre él existen todo tipo de historias: que manejaba a cerca de 18 mil pepenadores y a sus esposas como sus esclavos, o que tenía como meta personal tener 180 hijos. Se quedó corto y solo pudo tener 56. También fue diputado y lo asesinó un grupo de sicarios en 1986. Guillermina, la madre de Cuauhtémoc y primera esposa, heredó el liderazgo de la basura y ahora ocupa una curul plurinominal por el PRI.

 

Poco tiempo después de que el equipo de Aristegui revelara la noticia de Cuauhtémoc Gutiérrez, el entonces presidente del PRI en el DF renunció a su cargo. Sin embargo, los testimonios y grabaciones de las mujeres entrevistadas no fueron suficientes para que el Ministerio Público tuviera pruebas suficientes para una sentencia acusatoria.

 

La Comisión Nacional de Justicia Partidaria, un órgano interno del PRI, decidió suspenderlo temporalmente de sus derechos como militante, sin detallar en qué consiste o cuánto tiempo dura su pena laboral. Paralelamente, César Camacho, el líder nacional del partido, declaró que la conducta de Gutiérrez no es asunto del PRI, sino un asunto personal.

 

Me cuesta trabajo explicarme cómo es que los altos mandos del PRI se encuentran tan desconectados del país que gobiernan. Actualmente, el PRI en el Distrito Federal no alcanza ni el 20% de los votos, sin embargo, la cúpula dirigente se niega a deslindarse de una persona tan detestada. Más allá de la visión del partido, creo que el gobierno mexicano se encuentra atravesando una crisis de confianza de la cual parece que no es en lo absoluto consciente.

 

Gutiérrez niega rotundamente las acusaciones, incluso declaró que esta situación le ha causado tanto stress que desarrolló cáncer y trató de suicidarse. La investigación continúa desarrollándose, y queda pendiente la decisión de un juez que pruebe su culpabilidad o inocencia.

 

Es necesario que sigamos de cerca el transcurso del proceso acusatorio de Cuauhtémoc Gutiérrez.

 

Al final, es la indiferencia ante este tipo de escándalos lo que termina siendo más nocivo.