Calentar lo que ya de por sí arde; eso han hecho Atlas y Guadalajara de cara al partido que sostendrán este fin de semana, faltos de la sensatez imprescindible cuando en ediciones recientes de esa rivalidad hubo incidentes lamentables.
Se entiende que esta temporada se ha generado una batalla de desplegados entre los tres conjuntos de esta ciudad: quién es más fiel, quién satura gradas, quién es el dueño del estadio, quién tiene más aficionados, quién ha conquistado más títulos y cuándo; campañas a ratos ingeniosas, a ratos forzadas, a ratos imprudentes. Todo aparentemente válido bajo pretexto de la mercadotecnia, de posicionar marca, de convocar aficionados, hasta que se llega al punto en el que las directivas parecen olvidar que un año atrás se dio uno de los episodios más vergonzosos en la historia de nuestro futbol. Y que ningún bien hace a esto subirle las revoluciones o la temperatura.
Imposible alejar de la memoria el nivel de agresión y saña de ese 22 de marzo de 2014. Ese día todo salió mal en el Estadio Jalisco: enfrentamientos entre seguidores chivas llegados del Distrito Federal y otros de Guadalajara, operativo absurdamente insuficiente por parte de las autoridades tapatías y de la directiva atlista, choques entre barras de los dos equipos, bengalas en las gradas y, como colofón de este desastre, veinte policías que pudieron ser asesinados en plena tribuna; las patadas a personas que estaban ya tendidas e inconscientes, el verdadero y evidente intento de homicidio, el salvajismo en su máxima expresión.
El Atlas abrió la semana con un desplegado que decía, “Menos cuernos, más fidelidad”, eso sí, coronado por el hashtag #ClásicoSinViolencia. A eso siguió la respuesta chiva con el texto “64 años infelizmente fiel” (alusivo al tiempo que tiene su rival de ganar una liga), rematado con las palabras “¿Azorrillados? Más boletos rojiblancos, menos trabas rojinegras”, acusando al local de tener miedo y por ello no ceder boletos al cuadro visitante; supongo que no añadieron el #ClásicoSinViolencia porque habría contradicho un mensaje a todas luces agresivo y burlón.
Ninguna necesidad había de añadir esas campañas al previo del partido y sí de concentrarse en los operativos de seguridad, al tiempo que se llamara a las respectivas aficiones a comportarse pacíficamente; pero para llamarlas no basta con un hashtag o con una solemne declaración, sino con genuinos ejemplos de cordialidad, armonía, respeto. Y si de entrada el ejemplo es de burla, empezamos muy mal el preludio al clásico.
Así llegamos al clásico de este sábado. Ojalá sea sólo en la cancha. Ojalá no se lamente la calentada que pusieron a algo que a todas luces y tacto ya ardía. Ojalá.