La historia registra que Jesús cargó con su cruz para morir en la colina del Gólgota, traducido como ‘lugar de la Calavera’, y es la que el mundo cristiano recuerda en estos días.
Si bien ‘calvario’ es una calca etimológica de Gólgota usada en el medioevo, en los años postreros y hasta nuestros días se ha utilizado para significar ‘camino de sufrimientos’ o ‘vía crucis’, haciendo alusión a esas horas en las que Jesús cargó la cruz de su muerte; pero también para figuradamente mostrar cualquier expresión de desgracia o de sufrimiento humano continuo.
La figura del calvario como un largo e interminable camino de obstáculos para millones de trabajadores, no es exagerada. Todo lo contrario. El avance de la ciencia, el desarrollo tecnológico, la educación y la generación extraordinaria de riqueza si bien han reducido las condiciones de pobreza en el mundo, no han sido capaces de detener el crecimiento masivo del desempleo -particularmente en las crisis económicas- y de las precarias condiciones laborales que prevalecen en amplias regiones del mundo.
Un análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, (Securing Livelihoods for All. Foresight for Action, 2015) arroja algunas cifras a tomar en cuenta: Si bien hay 3 mil millones de personas ocupadas en algún trabajo, sólo la mitad de éstas obtienen un sueldo o salario, mientras que la otra mitad vive del autoempleo. Derivado de la crisis financiera se generaron 30 millones de desempleados netos que no se han recuperado, por lo que la tasa de desempleo mundial es de 6%, con unos 202 millones de desempleados en todo el orbe y con una cifra de jóvenes ‘ninis’ que alcanzan 621 millones. Por cierto que muchos de estos empleos se dan en condiciones laborales precarias. El 57% de la población mundial vivía en 2013 con menos de 1.25 dólares al día, unos 560 pesos mensuales al cambio actual.
En condiciones similares se encuentran los más de 49.8 millones de mexicanos que respondieron a los encuestadores de INEGI haber estado ocupados por lo menos una hora en la última semana, hayan percibido o no remuneración alguna.
La desocupación en México es de 4.5%, pero la subocupación es de 8.1%, mientras que 27.2% de los ocupados labora en el sector informal y esta cifra crece a 57.5% de los trabajadores quienes, mayoritariamente, a pesar de laborar para empresas o gobiernos formalmente establecidos no tienen la protección de la seguridad social y sí relaciones laborales vulnerables.
Y ello se refleja en ingresos escasos. El 42.9% de la población en México se encuentra en pobreza salarial, es decir, que para alimentarse y cubrir sus necesidades básicas deben recurrir a ingresos adicionales provenientes de remesas, transferencias gubernamentales o ingresos en especie. Una tasa elevada que ha crecido significativamente en la última década según el Coneval, por encima de la media de los países de América Latina.
Lo grave del asunto es que los obstáculos para los trabajadores se multiplican en lo que ya es un vía crucis. Le enumero: Una educación pública básica con fuertes problemas de calidad y con nulos lazos hacia el mundo laboral, mercados laborales estrechos por una economía que no crece, una política fiscal que no favorece la formalidad y cuyo aporte a la distribución del ingreso es mínimo, una corrupción enraizada en el sector público que desalienta la meritocracia y una competitividad del sector privado que aún descansa en los bajos salarios -comenzando por el mínimo.
Como se ve, la tarea es titánica por los rezagos, por los intereses que se imponen y por una realidad económica que generan obstáculos como para, por ejemplo, embarcarse en una verdadera reforma para la seguridad social universal que daría un alivio a este calvario en el que viven los trabajadores del país.