Los observadores políticos aprovecharon los días de guardar para reflexionar sobre algunos asuntos importantes para el país, entre ellos el gabinetazo del presidente Enrique Peña Nieto. Y lo que se preguntaron fue lo siguiente:
— ¿Cuánto tiempo puede permanecer en el cargo el economista Luis Videgaray Caso, titular de Hacienda y Crédito Público, que en dos de cada tres ocasiones que le ponen un micrófono enfrente lo utiliza para dar malas noticias sobre las finanzas nacionales?
— ¿Cuánto puede durar la también economista Rosario Robles Berlanga como secretaria de Desarrollo Social, que resultó más apta para la demagogia discursiva que para combatir el hambre de millones de compatriotas?
— ¿Cuántas semanas -o días- podrá resistir aferrado al puesto el abogado Emilio Chuayffet Chemor al frente de la Secretaría de Educación Pública, que no ha podido con el paquete de echar a andar la Reforma Educativa ni ha intentado siquiera meter en cintura a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación?
— ¿Cuánto habrá que esperar para que Enrique Martínez y Martínez -un economista más-, responsable de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, se haga -o lo hagan- a un lado por motivos de ineficiencia probada y comprobada?
— ¿Cuántas licitaciones fallidas -como la del tren rápido México-Querétaro-habrá que esperar para que el abogado Gerardo Ruiz Esparza, titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, se convenza -o lo convenzan- de que lo suyo, lo suyo no es la administración pública?
— ¿Cuántos tropiezos más tendrá que sufrir el economista y abogado José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Relaciones Exteriores, para que deje el puesto en manos de alguien que sí sepa con qué se come el delicado y complejo asunto de la política exterior mexicana?
Solamente el presidente de la República tiene la respuesta a esas preguntas, pero actúa como si estuviera convencido de que su gabinete es de larga duración y de que sus secretarios son fusibles de vida eterna. La realidad de las cosas es que su primer equipo está irremediablemente desgastado porque varios de los fusibles se quemaron hace mucho tiempo, señalan los observadores.
A quienes tratan de encontrar explicaciones a la obstinación de Enrique Peña Nieto de no hacer cambios en su gabinete -que los pide a gritos-, solamente se les ocurre una respuesta: que quiera seguir los pasos de su paisano mexiquense Adolfo López Mateos, quien gobernó de 1958 a 1964 y conservó a su primer equipo toda la ruta del sexenio, con una sola excepción obligada por las circunstancias: sustituyó a su secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, en 1963 para que aceptara la candidatura presidencial del PRI y designó en su lugar a Luis Echeverría Álvarez.
¡Claro está que López Mateos tenía un gabinete de lujo, lo que no puede decirse del gabinete actual, que ha estado haciendo agua desde el principio del sexenio de Peña Nieto!
¿Quiénes fueron los secretarios de Estado de Adolfo López Mateos? Va la lista, para quien quiera hacer las correspondientes comparaciones y medirle el agua a los tamales: La excepción, como ya dijimos fue Echeverría (1963-1964) por Díaz Ordaz (1958-1963). El resto de los secretarios de Estado y el Jefe del Departamento del Distrito Federal acompañaron al Presidente de la República el sexenio completo: En la Secretaría de Relaciones Exteriores, Manuel Tello Barraud; en Defensa Nacional: Agustín Olachea Avilés; en Marina, Manuel Zermeño Araico. Secretaría de Hacienda: Antonio Ortiz Mena; Secretaría de la Presidencia: Donato Miranda Fonseca; Obras Públicas: Javier Barros Sierra; Patrimonio Nacional: Eduardo Bustamante. Secretaría de Industria y Comercio: Raúl Salinas Lozano. Secretaría de Agricultura y Ganadería: Julián Rodríguez Adame. Secretaría de Recursos Hidráulicos: Alfredo del Mazo Vélez. Secretaría de Comunicaciones y Transportes: Walter C. Buchanan. Secretaría de Educación Pública: Jaime Torres Bodet. Secretaría de Salubridad y Asistencia: José Álvarez Amézquita. Secretaría del Trabajo y Previsión Social: Salomón González Blanco. Departamento del Distrito Federal: Ernesto P. Uruchurtu.
Y en esa reflexiones estaban los observadores, cuando el titular de la Comisión Nacional del Agua, David Korenfeld, comete dos tonterías: Una, utilizar un helicóptero de la dependencia para que no se lastimaran sus piernitas y las de su familia en el largo camino al aeropuerto; la otra ofrecer disculpas y luego decir que lo que hizo fue un “error inexcusable”.
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia, lo inexcusable es aquello que no tiene disculpa o excusa posible. Entonces, ¿para qué pide que lo disculpen, si su tontería es Inexcusable?
Por lo tanto, la pregunta obligada es: ¿Dejará el presidente de la República que crezca todavía más el maloliente asunto de David Korenfeld Federman, ventajoso, mentiroso y…, o lo mandará a su casa para evitar que siga dañando la muy deteriorada imagen del gobierno federal?
Por mucho menos de lo que hizo el titular de la Conagua, Enrique Peña Nieto prescindió en la Procuraduría Federal del Consumidor de su gran amigo -a quien llamaba maestro- Humberto Benítez Treviño, desafortunado padre de la impresentable “Lady Profeco”.