La banca en México ha sido uno de los sectores con menores fusiones y adquisiciones de la última década y media una vez que concluyeron las compras por parte de los bancos extranjeros a inicios del siglo.
Si bien se han agregado un número importante de jugadores al mercado bancario en los últimos años en el afán de las autoridades de promover la competencia, especialmente en nichos específicos de mercado, los diez principales bancos del país siguen siendo los mismos: BBVA Bancomer, Banamex, Santander, Banorte, HSBC, Scotiabank, Inbursa, Banco del Bajío, Interacciones y Banco Azteca; con algunos cambios en su posición, pero nada más.
De las operaciones de adquisiciones que se tienen registro en los últimos años está la fusión de Ixe Banco en el Grupo Financiero Banorte y, recientemente, la compra de Banco Wal-Mart por parte de Inbursa. Habrá también que registrar la colocación en bolsa del 24.9% del capital de Banco Santander México en septiembre de 2012, pero hasta allí.
En ese sentido el sector bancario en México se ha mantenido en un estado de bastante quietud, lo que podría interpretarse como un mercado estable, con escasa movilidad de clientes, con jugadores con marcas potentes y con fuerte presencia en sus segmentos de mercado, con bancos altamente satisfechos con sus niveles de rentabilidad, con un mercado con alto potencial de crecimiento que seduce a los jugadores actuales a permanecer, y con bancos relativamente caros por lo que no es tan sencillo concretar una fusión o una compra; de hecho es una barrera de entrada a nuevos jugadores en ciertos segmentos de mercado.
“Entrar a México no es nada fácil”, le escuché decir hace algún tiempo a un banquero extranjero interesado en el mercado local pero que desmenuzaba con cierto pesimismo los escollos de mercado que habría que sortear para realmente contar con una fuerte presencia en nuestro país.
Sin embargo en los últimos meses se ha insistido en que se asoma a México un periodo de grandes operaciones que moverían el posicionamiento actual de los bancos en el país, como no se había dado desde principios de siglo. Se habló mucho, por ejemplo, de la venta de Banamex en lo que sería la mayor operación bancaria de la historia. Una versión que si bien no ha dejado de dar vueltas –en buena medida por la intención de algunos empresarios y políticos mexicanos casados con esa idea y también azuzada por la intención del Banco Itaú, el gigante brasileño, que ha sentado sus reales en México y dice estar dispuesto a entrar a las grandes ligas del mercado local- la operación aún luce lejana.
Otros dos bancos que han estado en el candelero de alguna operación de esta naturaleza por sus tibios o malos resultados en el país, han sido Scotiabank y HSBC, cuyos directivos –en diversas ocasiones- han dejado entrever esas intenciones. Pero los rumores no han pasado de allí.
Un tercer caso es la llegada de la familia Hank, del Grupo Financiero Interacciones, al Consejo de Administración de Banorte que ha levantado las cejas de los inversionistas que ya apuestan a que se cocina una fusión entre ambos grupos en un futuro no muy lejano, a pesar de los insistentes desmentidos de sus protagonistas.
Sin embargo en ninguno de estos casos se esperan noticias pronto. Ahora que entre los otros 37 bancos de menor tamaño no se descartan una serie de fusiones y adquisiciones por venir; en algunos casos porque equivocaron su plan de negocios o, de plano, simplemente siguieron la moda de ser banquero.
En fin, que la aparente calma en la que ha vivido el sector bancario en los últimos años en lo que a fusiones y adquisiciones se refiere, quizá podría verse interrumpida en los próximos años por un ‘agitado’ periodo de nuevas operaciones siguiendo el clima bancario global. Pero, con todo, el costo a pagar para cualquier jugador atrevido será elevado aminorando la agitación de las aguas.