Algunos analistas bisoños se preguntan si algún día el país y sus más de 120 millones de habitantes podrán ver el beneficio de las reformas transformadoras (energética, hacendaria, de telecomunicaciones, financiera…) que prometieron funcionarios del gobierno antes, durante y después de ser aprobadas, con todo y sus leyes secundarias, por el Congreso.

 

La duda y preocupación de aquellos surge después de leer y releer los “Pre-criterios de política económica” para este año y el siguiente, elaborados por la Secretaría de Hacienda, y el anuncio de que en 2016 vamos a partir con un Presupuesto de Egresos “base cero” porque al gobierno federal ya no le alcanza el gasto. Ah, y también a la amenaza de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional de que el mediocre crecimiento económico que recorre el mundo podría haber llegado para quedarse, con las consecuencias que todos conocemos.

 

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Hace más de un año, el secretario de Hacienda decía y repetía en cada foro que se paraba que la reforma de telecomunicaciones, radiodifusión y competencia económica impactaría el crecimiento económico en +0.3% en promedio entre 2015 y 2018.

 

La reforma fiscal, que tenía como objetivo crear un México más próspero, contribuiría al PIB con +0.2% también en promedio y también entre 2015 y 2018.

 

La reforma financiera, que pretendía fomentar una mayor competencia entre los proveedores de servicios financieros para que el financiamiento interno al sector privado pasara de 25.7% del PIB al 40% en el 2018, contribuiría al multicitado crecimiento del PIB en +0.4% en los últimos tres años del sexenio.

 

Y la joya de la corona, o sea la reforma energética, apoyaría con el 1%, pero hasta el 2018.

 

La suma de los impactos de las reformas transformadoras en el PIB, permitiría que al término de la administración, México creciera por ahí del 5%, insistía la Secretaría de Hacienda.

 

Hoy, hoy, hoy, la misma dependencia parece reconocer que el sueño se esfumó. Claro que los optimistas creen que en los dos últimos años de la administración de presidente Enrique Peña Nieto podríamos alcanzar la gloria y terminar a tambor batiente con un 5%.

 

En opinión de los expertos, lo que no hay que perder de vista es que sin duda el cambio en el entorno del mercado petrolero ha impactado seriamente la expectativa de crecimiento económico. También es cierto que fue un error sobrevender los resultados esperados. ¡Los impactos de inversiones en la industria petrolera son a mediano y largo plazo!, recuerdan. La ejecución de los proyectos, sea en exploración y producción de hidrocarburos o en la construcción de una refinería (que nadie quiere hacer) tardan varios años, siempre y cuando lo hagan bien, subrayan.

 

Si bien es cierto faltan tres años para el 2018 todavía no se han asignado contratos en la Ronda uno; si todo va bien se firmarán en agosto y empezarán al principio del 2016 a trabajar. No hay que olvidar que los primeros trabajos son estudios y chamba de gabinete.

 

En fin, mientras llega la abundancia por la reforma energética, más vale que el gobierno federal trabaje en otros sectores, como infraestructura, por ejemplo. ¿Será mucho pedir?, preguntan los expertos.

 

AGENDA PREVIA

 

Se tardaron; mejor dicho, se tardó Enrique Peña Nieto en mandar a su casa a David Korenfeld Federman -Conagua-, porque el costo político que pagó y seguirá pagando por ese retraso resultó enorme y hubiera podido evitarse si la reacción de Los Pinos hubiese sido tan contundente e inmediata como lo fue el vergonzoso despido de otro amigo presidencial: Humberto Benítez Treviño, desafortunado padre de Lady Profeco.

 

El despido fulminante de Korenfeld hubiera reducido el penoso asunto del helicóptero de la Conagua a la dimensión de un caso más de abuso de poder, pero la lentitud en la reacción hizo crecer el affaire de manera desmesurada hasta colocarlo en un plano político.