OAXACA. Si los oaxaqueños y capitalinos del DF sólo tienen palabras de repudio hacia la crisis oaxaqueña, de todos modos el agotamiento del sistema político en Oaxaca aportaría algunos elementos para analizar el colapso del presidencialismo y su vertiente local en el ejecutivo estatal.

 

Al gobernador oaxaqueño Gabino Cué Monteagudo lo sostiene el deterioro electoral del PRI, el consecuente presidencialismo debilitado, el papel del PAN y del PRD en la alianza que lo llevó al palacio estatal y una sociedad desorganizada. Es decir, a Cué lo sostiene paradójicamente la debilidad sistémica.

 

En el pasado presidencialismo piramidal, el presidente ponía gobernadores y los quitaba, más por malas gestiones locales que por caprichos centralistas. En el 2006 gobernaba el PAN y Vicente Fox no se atrevió a sacar al gobernador Ulises Ruiz Ortiz del gobierno estatal y el líder político del PRI y futuro presidente, Enrique Peña Nieto, también careció de fuerza institucional para el relevo. Así, el PRI padeció en las urnas el repudio popular.

 

Al gobernador Cué lo sostiene, sobre todo, el PAN y el PRD, por lo que el voto de castigo podría esperarse en contra de esos partidos. Pero como la derrota es huérfana, el PAN y el PRD, que pusieron a Cué como gobernador, son incapaces de dar buenas cuentas a la ciudadanía.

 

La apuesta opositora radica en el voto cautivo. En Guerrero, donde el PRD fue el responsable como partido de las autoridades municipales de Iguala que ordenaron el secuestro y asesinato de 43 estudiantes, la expectativa perredista es eludir su responsabilidad política y moral por el Tlatelolco de la izquierda y sacar una buena votación, esperando que la suerte los ayude y su candidata -que formó parte del gobierno responsable del secuestro, el de Ángel Aguirre Rivero- pueda dar el milagro de ganar las elecciones.

 

Al final de cuentas, lo que vale es el control del voto y no el voto como refrendo o repudio de la confianza ciudadana. En Oaxaca habrá voto de castigo contra el PAN y el PRD por el fracaso del gobierno de Cué, pero curiosamente el beneficiario de esas crisis será el partido de López Obrador, cuando en realidad el principal puntal de Cué es justamente el tabasqueño. Inclusive, Morena lleva como candidato a diputado al líder de la Sección 22 de maestros en el periodo 2008-2010, en que hubo el mayor número de ausencias escolares de maestros por andar en paros.

 

Y por si fuera poco, López Obrador ha tomado como propias las banderas de la 22 en cuanto a educación para la revolución y gestión de la SEP local por los maestros de la 22, experiencia que va a replicar en Guerrero. Así que será más que interesante ver la votación que logre Morena el 7-J para entender si la sociedad oaxaqueña vota para calificar gestiones o vota por expectativas.

 

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El PAN y el PRD nacionales y López Obrador mismo le deben a la sociedad oaxaqueña una evaluación real de la gestión del gobernador Cué. Y la sociedad que padece y grita su descontento por el alto grado de ingobernabilidad en el estado, también tendrá que decidir si vota hacia atrás o por los candidatos de una nueva alternancia de regreso al PRI.

 

En todo caso, lo que queda en Oaxaca es acumular datos para analizar el modelo de las alianzas, los efectos negativos de la desarticulación del sistema político sin contar con un sistema alternativo y la realidad dramática de una sociedad que se mueve sólo entre la alianza PAN-PRD encarnada por el gobernador Cué y su incapacidad para ejercer el gobierno y el regreso del PRI al gobierno estatal.

 

En este sentido, Oaxaca podría ser el ejemplo de una sociedad sin opciones, condenada a vivir entre los extremos de ineficacia, corrupción e ingobernabilidad y con organizaciones sociales ajenas al pueblo y sólo justificadas para apropiarse de los recursos públicos.