A quienes andan presumiendo urbi et orbi que el crecimiento económico de México podría llegar a 5% al final de sexenio, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Cristina Lagarde, prácticamente les dijo: No se hagan muchas ilusiones, el riesgo sigue siendo –como lo advirtió hace seis meses–, de una nueva mediocridad; o sea una baja tasa de crecimiento durante mucho tiempo.

 

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Y ya encarrerada lanzó otra advertencia: Hoy, debemos evitar que esa nueva mediocridad se transforme en la “nueva realidad”. El problema para nuestro país es que no hay mucho para dónde hacerse, apuntan los analistas. La misma funcionaria del FMI informó que los pronósticos para la mayoría de las economías emergentes y en desarrollo han empeorado ligeramente respecto del año pasado, y una de las principales causas ha sido la caída de los precios de las materias primas.

 

Para evitar que esta “nueva mediocridad” se convierta en una “nueva realidad”, las reformas estructurales tienen que ir de la mano de políticas macroeconómicas y financieras para elevar la confianza y generar inversión, recomendó la señora.  Y la verdad es que en demasiados países estas reformas han estado rezagadas… Las reformas estructurales abarcan una amplia gama de políticas; algunas tienen un efecto más inmediato en la demanda, otras inciden en el lado de la oferta y demoran más en dar fruto, agregó madame Lagarde.

 

Sin embargo, no todo está perdido, quiso decir la directiva del FMI. Existe un conjunto de reformas que se sitúa en el punto de intersección de la demanda y la oferta: la inversión en infraestructura. “Nuestros estudios demuestran que al promover la inversión eficiente en infraestructura se puede transmitir un fuerte ímpetu al crecimiento tanto a corto como a largo plazo”.

 

¡Pues estamos fritos!, exclaman los escépticos. En México lejos de impulsar la inversión en infraestructura la están frenando; ahí está el caso del  tren de alta velocidad México-Querétaro que fue pospuesto indefinidamente, y el del Sureste, que fue cancelado definitivamente por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Y en una de esas también van a cancelar el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, argumentando que no hay dinero.

 

Bueno, según los funcionarios del gobierno llevamos 30 años creciendo a 2.5% anual promedio, lo que significa que hemos vivido en la realidad, no nueva, simplemente la “realidad mediocre”. Y ahí podríamos seguir muuuuchos años.

 

AGENDA PREVIA

 

El dizque “destape” de Miguel Ángel Mancera Espinosa  como precandidato presidencial para 2018, perpetrado por el desprestigiado “líder” del PRD, Carlos Navarrete Ruiz, fue innecesario porque el jefe de Gobierno del Distrito Federal está más que autodestapado desde hace mucho tiempo.

 

Además, fue un destape inoportuno y prematuro, porque el dirigente perredista debería de estar preocupado por sus candidatos para las elecciones intermedias de junio, y no perder el tiempo candidateando aspirantes para la “grande”.

 

Por último, hay que recordar al destapador Navarrete que el señor Mancera es un político local, y que le falta mucho trecho por recorrer para llegar a ser una figura de dimensión nacional.

 

¿Qué espera lograr con su “audaz maniobra” el capataz de las tribus perredistas?

 

¿Que Andrés Manuel López Obrador, quien será –ya es– candidato presidencial de Morena, diga: “¡Uy, qué miedo!”?

 

¿Que a priistas y panistas comiencen a temblarles las piernas?

 

¿Que los militantes del PRD digan: ¡Bravo, ya tenemos candidato! (aunque no sea perredista)?

 

¡Ay, Navarrete, Navarrete!

 

En respuesta a la estulticia cometida por Carlos Navarrete, Miguel Ángel Mancera respondió ayer: “Hacer futurismo en estos momentos es muy arriesgado… para qué nos adelantamos…”.

 

Obviamente el que aprovecho la oportunidad para para darle una repasadita a Mancera fue Andrés Manuel López Obrador, quien dijo: “No opino, no tengo nada qué ver con el PRD; si Mancera quiere irse a un partido corrupto como el PRD, está en su derecho”.