Entre el sábado y el domingo pasados, un barco con entre 800 y 900 migrantes se hundió cerca de la isla italiana de Lampedusa. Esta tragedia en el Mediterráneo es solamente el último suceso de un fenómeno que sigue siendo comprendido de manera errónea y de peor manera atendido.

 

Al hablar de migrantes, es decir, hombres, mujeres y niños con historias, pasado, futuro, relaciones y ambiciones, nos gana la indiferencia por el hecho de no estar registrados con un nombre y una nacionalidad, de la manera que no sucede, por ejemplo, con accidentes igual de lamentables, como el avión siniestrado en los Alpes hace unas semanas.

 

Nueva tragedia

 

Hemos escuchado esta historia en repetidas ocasiones: barcazas que se hunden con todos sus pasajeros a bordo. Roberto Saviano apuntó: “repite una noticia todos los días, con las mismas palabras, con el mismo tono, por triste y afligido que sea, y lograrás que ya no se escuche“. La diferencia con lo sucedido esta semana y lo que había sucedido anteriormente es la desmesurada cifra de víctimas: entre 800 y 900 cuerpos que yacen sin nombre a la merced del mar.

 

Después de la caída de Muamar al Gaddafi en 2011, las costas de Libia se han convertido en el punto de partida más importante para los cientos de miles de africanos subsaharianos que buscan un mejor futuro del otro lado del mar mediterráneo.

 

En términos sociales, la razón por la cual la gente abandona sus hogares en África y el Magreb se explica por múltiples razones históricas y coyunturales que hacen de la supervivencia un reto diario. El árido Sahara se ha ampliado, desertificando zonas que antes eran escasamente fértiles y dificultando aún más la opción de la agricultura.

 

Por el lado político, la Primavera Árabe ha sumido a muchos países en condiciones que se asemejan a guerras civiles, mientras que los países vecinos, como Mali, Mauritania, el norte de Nigeria, Sudán y Somalia también tienen condiciones de inestabilidad política que los condena al subdesarrollo.

 

En términos económicos, el tráfico de personas ha resultado un negocio multimillonario para naciones especialmente frágiles. Los traficantes cobran alrededor de 1,000 euros a cada pasajero que quiera arriesgar su vida para llegar de Libia a Italia. Mientras tanto, hay diferentes actores que se quedan con un pedazo de esta oscura transacción, incluyendo oficiales de gobierno, jefes tribales, yihadistas, entre otros.

 

Las tímidas medidas conjuntas que ha tomado la Unión Europea, han sido incrementar el presupuesto para aumentar el número de barcos de rescate. Sin embargo, esta solución ha resultado ineficiente: el presupuesto destinado es mínimo, ya que los gobiernos temen que se impulse a que más personas crucen el mar.

 

Mattathias Schwartz, en un artículo para la revista New Yorker, expone la falta de visión con la cual han actuado los líderes europeos. Los migrantes, al no contar con los documentos requeridos para viajar en avión, tienen que arriesgar su vida, y en ocasiones la de sus familiares, en un abarrotado barco por el mediterráneo con un capitán sin experiencia, para llegar a solicitar un estatus de refugiado. En este artículo, propone menos barcos y helicópteros que vigilen las costas y, en vez, la posibilidad de aplicar al estatus de refugiado desde los consulados o embajadas en su país de origen y, de esta manera, tener la certeza de que se llegará a su destino con bien.

 

Con o sin presupuesto, los flujos migratorios continúan aumentando, así como el número de muertes: el año pasado murieron alrededor de 1,500 personas; este año, la cuenta va en 3,000. El número de aplicaciones de asilo recibidas por la Unión Europea en 2014 creció en un 25%, comparado con 2013. Según ACNUR, en los primeros siete meses de 2014, 87,000 personas llegaron a las costas de Italia, la mayoría siendo de nacionalidad siria, afgana y eritrea, para solicitar el estatus de refugiado.

 

La ONU ha emitido numerosas recomendaciones para que los países de la Unión Europea actúen de manera eficiente para atender las olas migratorias. Solamente Alemania y Suecia han acogido como refugiados un número relevante sirios huyendo de la guerra. La actitud de Gran Bretaña ha sido deslindarse de un problema que, implican, no los afecta directamente.

 

La terrible crisis humanitaria que sufren miles de migrantes es una responsabilidad que deberían de atender todos los países de la Unión Europea en conjunto. El subdesarrollo al sur del mediterráneo se explica en parte por sus acciones, históricas y presentes, en el continente africano y en Medio Oriente.

 

Italia, casi en solitario, se está haciendo cargo de una situación cuya responsabilidad debería de estar mejor distribuida. La mayor parte de los inmigrantes que salen de Libia llegan a Lampedusa, territorio de Italia, quien debe de garantizarles el estatus de refugiado. Según el Tratado de Dublín, un refugiado debe de permanecer en el país al cual llegan. Esta es una situación particularmente complicada cuando se analiza el desempeño económico italiano.

 

Así que, ciertamente, este tipo de catástrofes no tiene una solución sencilla. La silenciosa manera en la que han reaccionado los medios en México puede interpretarse como un reflejo de la indiferencia con la cual reaccionan los políticos en la Unión Europea.