No vamos a engañarnos con aquello de que pasan trenes para todos, de que en la vida de cada quien aparece por lo menos un barco, de que tarde o temprano la oportunidad a todos ha de llegar.

 

No. Y muy posiblemente eso pensó Javier Hernández cuando apenas un mes atrás se desahogó en una entrevista, se dijo frustrado, admitió dificultades para contener las lágrimas por la falta de ocasiones para mostrar su valor.

 

Es verdad que cuando fichó por el Real Madrid tenía demasiado claro el rol para el que llegaba, así como lo es que venía de la recurrente suplencia en el Manchester United.

 

chicharito-EFE

 

Sin embargo, si una faceta del Chicharito ha sido resaltada desde el primer día vestido de merengue hasta hoy, incluso en los momentos de molestia por no alinear, es su entrega, capacidad para entrenar a tope, afán por destacar. En algún instante el tapatío asumió que eso no alcanzaba para disponer de minutos o relevancia; dirigido por Carlo Ancelotti, el personaje que menos rotaciones hace en los equipos grandes de Europa, Hernández se vio relegado a ingresar a la cancha para quemar algunos de los segundos que compensa el árbitro, para permitir que se ovacionara a algún compañero o para remediar colapsos ya irremediables (como el 4-0 a manos del Atlético, a inicios de febrero).

 

Si algo ha tenido siempre este muchacho, más allá de una inmensa fe en sus posibilidades y margen de mejora (porque esta versión de Javier es muy superior que la de un año atrás), es estrella. Su primer gol oficial con Manchester United pudo haber sido firmado por el Chanfle: remate descompuesto que se estrella en su rostro y se incrusta en las redes; lo del Chanfle resulta mera expresión, porque para meter algo así de fortuito al mismísimo Chelsea, hizo falta estar donde él suele estar: ahí, en el punto exacto. Luego hubo numerosos golazos, consagración en tiempo récord, titularidad en plena final de Champions y ser elegido jugador del año por la afición red devil.

 

La estrella le entrega esta ocasión dorada: para él sí hay tren, barco, oportunidad. Por primera vez en un par de años, su club se pone en sus manos para algo verdaderamente trascendente: derbi en Champions, sinodal que le tiene la medida tomada al Real Madrid, eliminatoria completamente dividida y la súbita titularidad.

 

Cuando Javier decidió asumir el reto merengue y no irse a algún sitio de alineación garantizada, desafió una vez más su zona de confort. Este miércoles, hacia las once de la noche tiempo de España, en el Santiago Bernabéu, podrá sacar conclusiones positivas o negativas sobre esta aventura vestido de blanco.

 

Lo ideal hubiese sido que se ganara la alternativa de comenzar en un cotejo relevante, con sus compañeros a plenitud (como aconteció tantas veces en el United). Sin embargo, a lo largo de esta temporada quedó claro que eso no iba a pasar; la ocasión de alinear en una noche de todo o nada, ha llegado a Chicharito previa lesión de dos inamovibles delanteros, como Bale y Benzema.

 

Es su día de ser o no ser; día para demostrar, además de la aplicación y entrega que le caracterizan, su futbol. Como pareja de ataque, nada menos que Cristiano Ronaldo. Como misión, nada menos que la defensa del título más importante a nivel de clubes. Como rival, nada menos que el Atlético al que Real Madrid no ha derrotado en siete cotejos.

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