Justo en el contexto de la campaña electoral y de la afirmación de la candidata perredista al gobierno de Guerrero, Beatriz Mojica, de “qué tendría que perdonar Guerrero al PRD”, el sitio www.rebelion.org (de filiación de izquierda) dio cabida a un texto impresionante, dramático y demoledor que señala que el responsable de la muerte de los 43 normalistas fue el PRD.
Firmado por Cuauhtémoc Contreras, el análisis y reportaje explica desde la izquierda lo ocurrido en Iguala:
-La noche previa a la masacre, el gobierno ya era la mafia que es, los narcos ya asesinaban y como asesina, los delincuentes organizados en el gobierno y fuera de él y en ambos lados.
-Guerrero es un estado en pugna permanente, dentro de sus límites luchan por el reparto político de buena y de mala fe (…) Ni la izquierda con sus discursos dogmáticos ni la derecha criminal aliada al narco han logrado mejorar las condiciones de vida del estado.
-Pero algo no era igual, dos factores estaban fuera de la mente de todos. Un presidente municipal mafioso y borracho, tan borracho que el lunes seguía ebrio cuando respondió los cuestionamientos de la prensa. Y el otro factor, la arrogancia gansteril de uno de los encargados del grupo, Bernardo Flores Alcaraz, alias “El Cochiloco”, un apodo denigrante, algo común entre los normalistas y entre los porros. Bernardo era obeso, de ahí el apodo.
-Alguien tenía que decirle (al alcalde perredista José Luis Abarca en su fiesta), no es de conocimiento público quién fue el encargado de pasar la noticia, pero alguien tuvo que ser. Alguien tuvo que interrumpir la fiesta, el baile, la borrachera, y decirle a Abarca que los normalistas de Ayotzinapa estaban en la central de autobuses. Quizás, estando sobrio, habría limitado su reacción, pero no lo estaba, no sólo estaba borracho, también se enfureció porque le cortaron la fiesta.
Él ya tenía planes para la madrugada, planes que ya no llegarían. Se comunicó con el jefe de la policía Francisco Salgado Valladares, quien ya no era nuevo en esto, había una larga lista de muertos y de desaparecidos a su paso. Algo que se sabía por todas partes, pero a nadie le importaba en un país donde el poder político se cubre a sí mismo de toda su mierda. Alrededor de Iguala, decenas de fosas conocidas por los vecinos eran insignificantes para el gobierno, para las organizaciones sociales y hasta para las guerrillas.
El silencio alrededor del narco se limitaba a culpar a elementos difusos “el sistema”, “el narco-estado”. Pero además de que estas consignas carecían de alguna mínima monografía creada por la sociedad para explicar por qué eran o qué eran. Nadie decía ni dice que el crimen organizado son bandas de asesinos y contrabandistas formadas por sus vecinos, por los compañeros de primaria de sus hijos, por los amigos de la infancia, por gente de la misma comunidad. Al parecer la educación guerrerense con maestros que se jactan de su compromiso con causas sociales no es antídoto a la persistencia de la criminalidad.
-Los padres de los muertos de Ayotzinapa se ocultan para justificar sus acciones en otro mantra, repiten que nadie puede entender lo que se siente perder un hijo. Y lo dicen como si en este país no contáramos por miles a los muertos por la violencia del narco y el gobierno. (…) En su protagonismo terminaron logrando hacer lo que les había recomendado Peña Nieto, “superarlo”. Y lo superaron con creces. Se intoxicaron con las teorías absurdas de los charlatanes; se alejaron paulatinamente de las organizaciones sociales que les tendieron la mano; no se solidarizaron con otras causas o con quienes habían sido detenidos defendiendo su causa y finalmente le guiñaron el ojo al crimen organizado. (…) En menos de 48 horas se habían aliado a los dos grupos criminales que provocaron la muerte de sus hijos.