La vanguardia mexicana (¿entre los 20 de Londres?); La heroica aventura de quienes se atrevieron “a cambiar el mundo con libros” (Arturo Pérez—Reverte)

 

En Inglaterra apuntan que la diversidad catapultó a una nueva generación de escritores de México. Por ende, Babelia se dio a la tarea de profundizar con ellos. “Son 20 escritores de menos de 40 años”, apuntan Pablo de Llano y Jan Martínez Ahrens. Me acuerdo que cuando solía comer o cenar con uno de los hermanos Polanco y con Fernando Orgambides (integrantes de aquel valeroso e inquietante diario que era entonces El País; “¡y que continúa en boga!”), nos convencíamos –unos a otros– que no se debe señalar a un grupo de escritores de edades diferentes como “una nueva generación”.

 

5- Juan Villoro

 

 

Y estoy de acuerdo. Con motivo de la Feria del Libro de Londres fueron seleccionados porque forman una nueva vanguardia tres compatriotas de antología: Juan Villoro, Guadalupe Nettel y Cristina Rivera Garza (uno de ellos, ya fallecido). Realmente, me impresiona que no escojan a Paco Ignacio Taibo II (novelista mexicano, cuya narrativa de ficción es única y que lleva producidos más de 65 libros, traducidos en más de 25 idiomas).

 

¿De quién recibieron el encargo?

 

El encargo lo recibieron del Consejo Nacional de la Cultura (Rafael Tovar de Teresa; “¿Ya ves cómo a veces te equivocas?”, comenta Henri Chateau—Lourd), el Hay Festival y el British Council. Entre los elegidos hay uno muerto y, posiblemente, alguna ausencia polémica (como la que se señaló de Taibo II). “No pretendemos expedir un certificado de inmortalidad para nadie, sino invitar a leer a escritores de una generación extraordinaria.

 

 

Si estos autores, gustan, el principal efecto será que también se busque a otros”, explicó Villoro, sencillez a flor de piel. Babelia reunió a cuatro de estos escritores; Emiliano Monge, Valeria Luiselli, Nicolás Cabral, Laia Jufresa. Con ellos repasó su visión de la literatura y del momento mexicano. En la charla, mantenida en el espacio del diario El País-México, proyectaron más puntos de acuerdo que de contradicción. En sus manos y las de sus colegas queda el futuro literario de la mayor nación de habla hispana (que se augura promisorio).

 

Valor mexicano y una diversidad fuera de serie

 

Muchos señalan que están dispersos, que carecen de manifiesto y que su cercanía ni siquiera se debe “a un compromiso literario compartido”. ¡Qué error! Para el pensamiento de Emiliano Monge, son autores contemporáneos “sin programa común” (para mí sí; son escritores plurales de un país tan plural como el nuestro).

 

Pero en la distancia que algunos escritores han marcado, encontraron un bello nexo: diversidad. Por supuesto, en un globo terráqueo que inunda internet, la heterogeneidad de sus influencias/estilos, forma parte de su código genético. “La cultura americana/gringa permea todo, y aquí en un grado superior que al resto de Latinoamérica”, soslaya Laia Jufresa. Para Valeria Luiselli, la conversación global constituye una característica histórica de la literatura mexicana”.

 

Rulfo, ¿el más singular referente?

 

¡Y vaya nombre: Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno! Nacido en 1927 y fallecido en 1986, es para muchos mexicanos el más grandioso escritor de los últimos dos siglos (superando a Octavio Paz, Carlos Fuentes, Enrique Krauze, Jorge Zepeda Patterson, Fernando del Paso, etcétera). Por eso, han pasado casi cien años de su nacimiento en Jalisco y 30 de su fallecimiento, pero sus obras continúan guiando a los nuevos escritores de México.

 

 

Hablan de Juan Rulfo (autor de Pedro Páramo) con reverencia, muy por encima de Paz. “Es el mago de las palabras”, indica Nicolás Cabral, el constructor de una literatura del habla. Y tiene razón Cabral, como el propio Mario Vargas Llosa (Premio Nobel de Literatura), uno lee Pedro Páramo, y queda convencido de que así hablan, todas las personas del campo en México, y no es verdad, “pero su invención es real”. Finalmente, en este hermoso tema, Jufresa opina que “cuando pienso en Pedro Páramo, lo que me vienen son las imágenes en las que me puedo meter y oír los perros”.

 

EL MARIDO DE LA CLINTON

 

 

Dicen que Hillary Clinton, hablando culturalmente, le viene sobrando marido desde hacer años e “infinidad de cuernos”. Por ende, así la educaron, para que fuera una mujer libre y ambiciosa en el mejor de los renglones, pero conoció al encantador Bill Clinton y todas sus convicciones se rindieron a la carrera del hombre. Lejos del entender de RMA (“así se llamaba también mi madre”) la intención de reafirman que una brillante mujer con deseos de mejor mando que Obama “¿no puede enamorarse?”

 

A Hillary Clinton, convertida ya en candidata a las primarias de su partido y camino de unas elecciones presidenciales, le continúa persiguiendo el fantasma del mundillo sensualoide de su marido: sus amantes de bajo nivel, la mancha en el vestido de la becaria y la codicia que ha mostrado tras su presidencia, metido como anda en mil negocios y dando las charlas mejor pagadas del globo terráqueo (350.000—a 500.000 dólares). Además es asesor de Carlos Slim Helú ($$$, buenos dividendos).

 

Bill Clinton es mucho Bill, tanto como para ser el protagonista de un musical de Broadway, Clinton The Musical, que ha cosechado buenas críticas y en el que reza aquella vieja promesa de las comedias, ¡diversión exitosa o asegurada!, presentando al público chistes brillantes sobre el escándalo Lewinsky. Dado que Hillary, que a veces parece inocente, declaró recientemente: “Solo me he enamorado dos veces en mi vida: de Bill Clinton y de Bill Clinton”. La candidata Hillary también desea minimizar la carrera nuclear y proponer estudios de más alto nivel en escuelas/universidades, además de meter todo el acelerador en el problema de los inmigrantes y la pelea contra los cárteles mexicanos en la frontera. Todo será cuestión de saber pedir “perdón”.

 

La heroica aventura

La nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, Hombres buenos, es una hermosa novela de quienes se atrevieron a cambiar el mundo con libros. Por ende, Pérez-Reverte opina que “en tiempos de oscuridad y siempre hubo hombres buenos que lucharon por traer las luces y el progreso. Y no faltaron quienes intentaban impedirlo. Y hasta la próxima, ¡abur!