LONDRES. En el vértigo de una campaña electoral cabeza a cabeza entre conservadores y laboristas concluyó en el Reino Unido con un complejo escenario político que desembocará hoy en las elecciones generales más inciertas de las últimas décadas en el país y en la que los dirigentes de los principales partidos, el primer ministro, el conservador David Cameron, y el líder laborista, Ed Miliband, recorrieron frenéticamente el país con la esperanza de convencer al 20% de indecisos.

 

Como en el año 2010, todo apunta a que las coaliciones serán inevitables. Sin embargo, la situación es más compleja e inestable que hace un lustro. Los sondeos pronostican un empate entre los dos principales partidos.

 

Una encuesta de la firma YouGov colocó a los «tories» y a los laboristas empatados con un apoyo del 33% de los votos, mientras que otra de Populus sitúa a las dos formaciones con un respaldo del 34 %, lo que hace difícil predecir el resultado de las elecciones.

 

Si bien los conservadores obtendrían según las proyecciones un puñado más de asientos en la Cámara de los Comunes debido al peculiar sistema electoral británico, por el que cada uno de los 650 distritos del país elige a un solo diputado y descarta al resto de candidatos.

 

A pesar de esa mínima ventaja en escaños, Cameron no tendría prioridad para tratar de formar gobierno, sino que quedaría abierta la puerta para que Miliband acerque posiciones con el Partido Nacionalista Escocés (SNP), que, según las encuestas, obtendrá un peso inédito en Westminster y podría tener la llave de la gobernabilidad.

 

A bordo de sus autobuses de campaña, los candidatos recorrieron los últimos metros de una verdadera maratón a través del Reino Unido. Cada uno lo hizo con su propio estilo: el primer ministro David Cameron apareció en mangas de camisa con discursos en los que perdió el aliento, acusando ayer a su principal rival en estas elecciones de «estafar» a los votantes por haber descartado una coalición formal con el SNP, a pesar de que, en su opinión, los laboristas buscarán el apoyo de los independentistas escoceses para que Miliband acceda a Downing Street.

 

La situación inquieta a Cameron, según él mismo ha admitido: «He estado nervioso durante toda esta campaña electoral», dijo en una entrevista con «Channel 5».

 

«Claramente, está muy apretado y por eso estoy haciendo campaña hasta el último momento», afirmó el primer ministro del Reino Unido, donde no está establecida una jornada de reflexión antes de la votación.

 

Cameron insistió en que su objetivo es lograr una mayoría suficiente para gobernar en solitario, si bien señaló que en caso de necesitar abrir una negociación pondrá por delante «los intereses del país».

 

Miliband, por su parte, rechazó durante la jornada de ayer elucubrar sobre posibles pactos postelectorales para dedicar «hasta el último minuto» de la campaña a trasladar su mensaje a los electores.

 

«Mucha gente todavía tiene que tomar una decisión de cara a estas elecciones. Mi mensaje para esos indecisos es que pueden optar por otros cinco años con un primer ministro que da prioridad a los ricos y poderosos, o bien, si yo soy primer ministro, poner a los trabajadores por delante», dijo Miliband.

 

A la campaña laborista se sumó también el ex jefe del gobierno británico Tony Blair, que el día de su 62 cumpleaños publicó en la red social Twitter un mensaje en el que se lee: «Necesitamos un Gobierno laborista y a Ed en el número 10 (de Downing Street) para que nuestro país tenga un mejor futuro».

 

Quien sí abordó las posibilidades que arrojará la aritmética parlamentaria tras las elecciones fue la líder nacionalista escocesa Nicola Sturgeon, que aseguró que el SNP «usará su influencia» para garantizar que «los ‘tories’ son reemplazados con algo mejor, más valiente y más progresista».

 

Pocos meses después del referéndum sobre la independencia que se celebró en Escocia en septiembre, en el que 55% de los votantes eligieron permanecer en el Reino Unido, el SNP aspira a arrebatarle a los laboristas la mayoría de los 59 asientos reservados en Westminster para la región.

 

El liberaldemócrata Nick Clegg, que esta legislatura ha formado gobierno con Cameron y cuya formación perderá según las encuestas más de la mitad de sus escaños (de 57 a unos 27), se mostró por su parte convencido, pese a todo, de que su partido volverá a jugar un papel relevante en las negociaciones posteriores a la jornada electoral.

 

Los analistas políticos en el Reino Unido coinciden en señalar que el resultado ajustado que predicen los sondeos complicará la gobernabilidad del país esta legislatura.
En Gran Bretaña, es mucho lo que está en juego. En las urnas se decidirá si el país continúa siendo miembro de la Unión Europea; después de todo, el Partido Conservador británico prometió un referéndum en torno a esa materia. En consecuencia, los electores también estarán pronunciándose a favor o en contra de que el Reino Unido siga existiendo como hoy lo conocemos; y es que Escocia no se quedará de brazos cruzados si el nuevo Ejecutivo opta por abandonar el bloque comunitario.

 

También está por verse qué pasará con el estado del bienestar y con los logros alcanzados por el Servicio de Salud Nacional (NHS) si los conservadores y sus aliados liberales se mantienen en el poder e implementan una nueva política presupuestaria. De momento, la opinión pública británica parece rechazar de plano todos los proyectos legislativos expuestos por los grandes partidos y no hay rastros de un programa de gobierno que entusiasme a la población. De ahí que el desenlace de los comicios luzca tan opaco.