MADRID. Albert Einstein, Mata Hari o los primeros músicos de “swing”, que contagiaron de ritmo americano a las caderas españolas, tienen un lugar en común: el hotel Palace de Madrid que, con cien años ya cumplidos, se alía con la firma de Samsonite para celebrar un siglo de idas y venidas con una exposición.

De la época en la que los viajes estaban reservados a los ricos y a los mandatarios, a la era de los vuelos “low cost”, hay un largo trecho.

Mientras el turismo evolucionaba para hacerse accesible a más clases sociales, dos emblemas del mundo de los viajes permanecían constantes a lo largo del tiempo: en el centro de Madrid, el histórico Palace -Westin Palace desde el año 2010- y, en los maleteros de coches, trenes, barcos o aviones, la compañía de equipajes Samsonite.

Sólo dos años separan el nacimiento de la marca de maletas, en 1990, y el del hotel madrileño bajo la cúpula del cual celebran ahora, hasta el 15 de julio, su cumpleaños conjunto con la exposición de libre acceso, “Cien años juntos”.

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Música y guerra

El objetivo de la muestra es recrear “un tour cronológico y visual”, explica a Efe Estilo Paloma García, encargada de relaciones públicas del Hotel.

De una manera evocadora, en diez vitrinas, una por cada década, “se refleja el espíritu de ese tiempo, con objetos que podrían haber estado en el hotel en la época, y con maletas que cualquiera de los huéspedes podría usar”, explica García.

Aunque los artículos expuestos tengan su historia, no están directamente relacionados, más allá del contexto histórico, con ninguno de los antiguos huéspedes del hotel “ya que si se los hubieran olvidado se los habríamos devuelto”, matiza García.

De espías y científicos

La personalidad de la espía Mata Hari envuelve la primera vitrina, presidida por un robusto baúl de madera de la época en la que la compañía de equipajes americana daba sus primeros pasos y aún no había adoptado el nombre de Samsonite, en un intento de equiparar la fuerza de sus maletas con la de “Sansón”.

Un año antes del final de la Primera Guerra Mundial, la bailarina exótica fue acusada de haber aceptado el encargo de espiar para Francia al embajador alemán en Madrid y detenida en París. “Entonces reconoció haberse alojado, bajo pseudónimo, en el Palace”, explica la relaciones públicas del hotel.

Después de la guerra, los años veinte llegaron al céntrico hotel con alegría, trompetas y “swing”, así como “vedettes”, músicos e incluso el cantante Carlos Gardel.

Entre tanta algarabía apareció Albert Einstein, un día de marzo del año 1923. Su firma puede verse en el libro de registro del hotel, donde se alojó mientras visitó la capital para ser investido Doctor Honoris Causa por la antigua Universidad Central.

De hotel a hospital

Durante la Guerra Civil, el Palace se convirtió en un hospital, por lo que medicinas, inyecciones y toallas copan la vitrina dedicada a la década de los años 30.

En el entonces llamado “Hospital de Base número 1″ se estableció una planta baja donde se instalaron los quirófanos de urgencias y un hogar para niños desamparados.

Los años cuarenta toman la forma de una máquina de escribir, una gabardina, unos periódicos y un maletín de madera para representar la vuelta a la normalidad del hotel que, tras la Guerra, contó con Dalí, Manolete o el comunicador Julio Camba -que hizo de la habitación 383 su residencia habitual- entre sus huéspedes más destacados.

Sobre ruedas

En los años cincuenta Rita Hayworth , Lauren Bacall o Cary Grant se dejaron ver por el Palace, muchos de ellos enviados desde el Hotel Ritz, que tenía el criterio de no aceptar los personajes famosos para mantener la atmósfera de tranquilidad entre sus clientes.

Frente al lujo y la exclusividad, las aerolíneas como PanAm e Iberia democratizaron los viajes en los años 60: Madrid sufrió una oleada de turistas que, ya en los años 70, empezaron a acarrear sus pertenecías sobre ruedas por primera vez.

En la década de la “Movida madrileña”, Almodóvar, Alaska o Loquillo podrían cruzarse perfectamente con las maletas de Borgues, Severo Ochoa o Monserrat Caballé.

La Conferencia de Paz de 1991 celebrada en Madrid, sentó por primera vez a judíos y musulmanes en una misma mesa, una del hotel madrileño, que representa con una sobria vitrina de trajes de negocios y agendas.
A partir de ahí todo es diversión: cámaras de fotos, guías de viajes, sombreros de paja, zapatillas de “running” y, cómo no, maletas de todos los colores.