Hace un par de días, circuló en redes sociales un video alojado en YouTube, bajo el título “Taxistas vs Uber Tijuana”. En éste, dos taxistas bloquearon el paso a un auto de la polémica empresa, bajo el argumento de ser un servicio ilegal, que no puede recoger gente en la calle. El cliente de Uber discute con los choferes argumentando estar contratando un servicio privado. La discusión termina, después de que el usuario toma las placas de los taxistas, y lanza una amenaza que ayer vio sus primeros resultados en la Red: “esto va a ir a internet, y te va a interesar”.
El acontecimiento es uno más de los capítulos de la guerra que los gremios de taxistas han emprendido contra Uber y otras empresas como Cabify o Easy Taxi, cuyo servicio consiste en contratar transporte vía una aplicación móvil, que recoge al pasajero en el destino que desee (lo localiza vía GPS), en un auto seminuevo (2008 en adelante), cobrando el servicio a tarjeta de crédito previamente registrada, y emitiendo factura fiscal si el usuario lo requiriera. Un servicio prestado con pura tecnología.
La discusión en México, como ha ocurrido en otras latitudes lleva ya algunos meses, y con un tono que se agudiza conforme pasan los días. El episodio de Tijuana no es el único en el que los taxistas tradicionales agreden a quienes trabajan para Uber (en algunas ocasiones, presumiendo orgullosos su agresión). Muchos argumentos de los taxistas han ido y venido en la discusión: que Uber no paga impuestos (como argumentan los taxistas del video), cosa totalmente falsa, o que el servicio es inseguro para el pasajero porque los conductores no están registrados.
Ha habido protestas en el Zócalo, y en el caso de la capital del país, -donde los gremios de taxistas son una clientela política siempre importante, y más en época de elecciones-, la Secretaría de Movilidad trabaja ya en una regulación, por instrucción del jefe de gobierno, Miguel Angel Mancera. En palabras de su titular, Rufino H. León Tovar, el espíritu de la regulación es tener una “mesa pareja” para todos los prestadores de servicio de transporte.
El debate ha sido abordado por una gran cantidad de periodistas, ciudadanos, e intelectuales, uno de los más agudos, Leo Zuckermann en su columna en el diario Excélsior del 30 de Abril, al señalar que la ilegalidad es un magnífico negocio para la autoridad, razón por la cual, primero harán ilegal a Uber, para después solicitar la correspondiente “mordida” para operar.
Napster, luego iTunes y más recientemente servicios como Spotify, llegaron para cambiar la industria de la música con innovación derivada de una nueva forma de los consumidores de acercarse a su producto. Pero igual que como ocurrió con los taxistas, tuvieron que librar (principalmente Napster), una batalla en la que se argumentaba que eran servicios ilegales. Innovación contra resistencia. Lo mismo ha acontecido con otros cambios que el mundo digital ha traído, la industria editorial, por ejemplo, o el acceso a la información gratuita (a través de buscadores), todos con sus respectivas batallas fundamentadas en viejos paradigmas.
Uno de los grandes problemas del país, es que durante las últimas décadas ha sido dirigida por personajes que constantemente posponen la entrada de México a caminos de modernidad. Las burocracias, viejas prácticas, sindicatos, y clientelas políticas como los taxistas, siguen siendo emblema intocable del México de antaño. Estos servicios, no sólo son innovación en la forma de transportarse, sino en la generación de empleo, otro asunto que también tiene un déficit importante en México. Está siendo utilizado incluso, por empresas como el Club de Futbol Guadalajara, que mediante la app de Uber, ofreció la compra de boletos para el juego de Cuartos de Final contra su acérrimo rival, el Atlas.
Dar vía libre a servicios como Uber, es abrir las puertas a la innovación, fomentar la competencia, y exigir que se eleve la calidad de servicio que los gremios de taxistas, lamentablemente para su causa, en términos generales no han dado durante mucho tiempo. O ¿quién no tiene una anécdota de un taxista grosero, mal conductor, que no tiene cambio, que no está dispuesto a llevar al pasajero “porque no es su zona”, o “porque no le sale la cuenta”? Abrir la puerta a un servicio como Uber significaría mucho para México. No se trata sólo de “regular” un servicio. Es ser pionero en dar un paso hacia la modernidad, y quizá provocar, que muchas otras decisiones de futuro que no se han querido tomar en el país, empiecen a detonarse tras el caso Uber.