CANNES. De niño, Benicio del Toro tarareaba “Mambrú se fue la guerra” convencido de que su infortunado protagonista era un soldado puertorriqueño. Solo mucho más tarde, al rodar la película Un día perfecto, descubrió que Mambrú era un duque británico que luchó contra Francia en el siglo XVIII.
El Mambrú que Del Toro interpreta en la nueva película de Fernando León de Aranoa -presentada en el Festival de Cannes- sí volverá a su casa junto a su novia, dejando atrás el caos y la muerte en la posguerra de Bosnia, que recrea el filme.
“Merecía la pena dar luz al mundo de los trabajadores humanitarios (como Mambrú)”, señala el actor en una entrevista con Efe.
Su personaje dirige a un grupo de cooperantes de una ONG que trata de rescatar un cadáver de un pozo que amenaza con envenenar la única fuente de agua potable en una región indeterminada de los Balcanes, en 1995.
Para Del Toro, la historia “es un cuento sencillo con profundidad y sentido del humor. Hay una cáscara de humor, pero el fruto que lleva dentro es la guerra”.
Junto a actores como Tim Robbins y Olga Kurylenko, Del Toro hace reír con unos diálogos vibrantes, pero que esconden momentos emotivos: “Se sentían esos momentos de humor en el rodaje. Sí, es trabajo, pero hay que reírse”.
El trabajo previo a rodar la película enseñó a Del Toro mucho más sobre la realidad de la desintegración de la antigua Yugoslavia de lo que él pudo conocer a través de la televisión y la prensa en la década de los 90.
Para el joven Benicio, Yugoslavia era, sobre todo, unas zapatillas de deporte.
“Yo tengo memoria de tener unas tenis de basket, unas Puma, hechas en Yugoslavia. Aquel país tenía muy buenos equipos de basket, y su selección nacional era una potencia”, dice con una sonrisa.
De ese vínculo deportivo con su tierra de origen tanto en la realidad como en la ficción, Puerto Rico, nace uno de los momentos divertidos de la película, cuando uno de los lugareños le pregunta a Mambrú de dónde viene.
“Yo soy de Puerto Rico”, responde el cooperante.
“Aaaahhh… ¡Piculín Ortiz!”, replica el hombre, en alusión a la leyenda del baloncesto puertorriqueño, que se vio en múltiples ocasiones las caras con los temibles yugoslavos.
El chiste -que introdujo León de Aranoa a sugerencia del actor- evoca dos mundos absolutamente desconocidos el uno para el otro, similar a la sensación de extrañamiento que sufren los cooperantes en esa zona de conflicto donde no podrían conseguir nada sin la ayuda del traductor local.
“Puerto Rico por aquel entonces también tenía su trabuco…”, bromea Del Toro en la entrevista.
El actor, toda una estrella en Hollywood codiciada por algunos de los mejores directores, decidió participar en esta producción española en primer lugar “por el interés de trabajar con Fernando” León de Aranoa.
“Conozco el trabajo de Fernando por los ‘Lunes al sol’ o por ‘Princesas’. Siempre he admirado su trabajo”, explica, antes de agregar que ese interés creció “cuando él me mandó el libreto”.
Y, al descubrir precisamente ese mundo de los trabajadores humanitarios cuando se preparaba para la película, es cuando Del Toro llegó a una conclusión durante el rodaje: quizá lo heroico, le dijo al director, sea el simple hecho de estar allí, en medio de la guerra, aunque las cosas no siempre salgan como uno espera.
GH