MADRID. El Real Madrid consiguió, veinte años después y ante el mismo rival que en 1995, el Olympiacos, la Novena Copa de Europa tras vencer al equipo griego por 78-59, reverdeciendo y agrandando la leyenda de un equipo que puso fin a una travesía por el desierto demasiado larga.
Al Real Madrid se le notaron las ganas de cambiar su destino en la Euroliga desde el salto inicial (4-0, min.1,40), pero el Olympiacos se encargó, rápidamente, de demostrarle que no le saldría barato ni le resultaría sencillo.
Las dos personales del mexicano Gustavo Ayón (min.2,30) fue la primera contrariedad que tuvo que solventar el entrenador del Real Madrid, Pablo Laso. Aunque ese no fue el principal problema sino la gestión de la defensa y la falta de fluidez en ataque.
Pasados los minutos de tanteo y de medir fuerzas, el equipo griego no sólo igualó el marcado, 6-6 (min.3), sino que paso a comandarlo, 12-16 (min.6).
La excelente actuación de Matt Lojeski, autor de do triples sin fallo y dos canastas de dos, también sin fallo, se sumó a la falta de ideas en ataque de un Real Madrid que supo sufrir en estos momentos difíciles. El primer cuarto, finalizó con un 15-19 preocupante.
En el segundo acto, el Real Madrid se sacudió parte del dominio que ejercieron los griegos en los minutos anteriores y lo hizo en base a apretar en defensa. Los griegos comenzaron a tener problemas en ataque, a bajar su precisión y el Madrid, además, tuvo más paciencia y, sobre todo, se encontró con un Jonas Maciulis en estado de gracia que anotó 2 triples y una canasta de dos sin fallo, además de un tiro libre.
Le costó al equipo español pero igualó el marcador, 25-25 (min. 15,20) y se fue al descanso con un interesante 35-28, tras un parcial en este cuarto de 20-9, con un Andrés Nocioni que volvió a insuflar garra y fuerza a su equipo.
La tensión e importancia de la final coartó cualquier posibilidad de lucimiento, pero el juego aunque denso, táctico y entrecortado fue siempre de elevados quilates, como corresponde a una final de altos vuelos.
Rudy Fernández, que había aparecido con cuentagotas en el partido, se encargó con un triple de elevar la renta por encima de los diez puntos (40-29, min.22,30).
La dureza mental que tanto se echó de menos en las finales de los dos años anteriores, estaba, ahora, dando réditos. El equipo, sin jugar uno de sus mejores partidos, daba la cara, defendía, no se ofuscaba por los fallos y competía.
Quien diera por acabado al Olympiacos se equivocó de medio a medio y un parcial de 0-12 en tres y medio minutos se encargó de recordárselo a todos, (40-41, min.25,30).
La racha la cortó Jaycee Carroll de la mejor manera posible con once puntos seguidos, con un triple, otro más y un tercero. Una canasta bajo el aró puso el 51-44 en el marcador, a falta de poco más de un minuto para el término del tercer cuarto, que finalizó con 53-46 abierto a muchas opciones.
Un triple de Andrés ‘Chapu’ Nocioni en el inicio del cuarto de la verdad, el que determina la diferencia entre el campeón y el perdedor, el que abre la puerta de la leyenda o la de los infiernos, dio confianza a un Real Madrid (56-46, min. 31) que todavía tuvo que remar con fuerza para abrazarse al éxito.
El impulso de Joe Arlauckas, Arvydas Sabonis, Jose Lasa, José Biriukov, Antonio Martín o Isma Santos, algunos de los jugadores del Real Madrid que conquistaron la octava Copa de Europa hace 20 años, en 1995, ante el Olympiacos y en Zaragoza, comenzó a materializarse conforme el reloj fue llegando al final.
Otro triple de Nocioni, 65-55 (min. 36,20), hizo que la puerta de la Novena comenzara a entreabrirse para el Real Madrid. Y que en las gradas comenzara a crecer la euforia.
El Real Madrid elevó la renta a 14 puntos (69-55 a falta de dos minutos y medio). Vassilis Spanoulis siguió desaparecido en combate, gracias a la buena defensa de todo el equipo, y la leyenda del Real Madrid comenzó a reverdecer 20 años después. El 78-59 certificó que la Novena ya estaba en casa.
OBO