Entre tanta cantante de plástico en el mundo del pop (lo siento, Alicia Keys, te perdimos hace mucho) tenemos el consuelo de que Joss Stone siga buscando proponer temas sólidos y cálidos. Lo suyo es ir contra la vorágine del mercado y esas blandenguerías que las enmarcan como R&B actualmente (lo siento, Sam Smith). Ahora, viene con un disco recargado de temas imponentes, siempre con mucho groove. Y lo trajo a El Plaza Condesa.
La pasada noche de lunes gracias a esta rubia de belleza impresionante todo sugirió que fuera viernes. Suena “You Had Me”, después de las 21:00 horas. De vestido blanco, sutil, Joss Stone saluda a los casi dos mil asistentes: “Hola ¿cómo estás? ¡Gracias! Hoy traemos nuevas canciones para ustedes, traemos un nuevo sonido”.
Tras entonar un par de canciones, la británica de 28 años ondeó la clásica bandera mexicana, lo que generó emoción entre los asistentes, que oscilaban entre los 25 y 35 años. Incluso se dio el lujo de coquetear con el tipo que le llevó el té. Joss Stone es puro amor.
Super Duper Love, Molly Town, Wake Up, Love Me y Star suenan como nunca: muy pulidos y extremadamente virtuosos. Abundaron los tonos de ska, reggae y samba. A cierta hora de la noche uno se pregunta, ¿por qué hay tantos ritmos afroantillanos en el nuevo disco y presentación de la hermosa Joss? Todo se debe a su hermano, quien la contagio con sus discos en años de juventud. Pero no todo se remite a Latinoamérica: Joss Stone es blues, funk y sobre todo, soul. Incluso, relucieron las influencias orientales, con el loop de un sarod. Su belleza es total.
La voz de la cantante es, tal vez, el instrumento más virtuoso de la noche. Su rango de casi cuatro octavas, hipnotizó al recinto. Amable (dijo varios “’¡salud!” y “¡gracias!), confesional y emotiva, Joss Stone es una piedra preciosa que nos hace recordar el gran pasado de las voces souleras, pero también imaginar que el género aún está lejos de morir. Que así sea.