Hasta 1988, todos los candidatos a la Presidencia de la República emanados del PRI evadieron debatir. Para ellos y sus equipos, debatir era dar una inmerecida oportunidad a sus opositores. Hasta 1982, los debates habrían sido irrelevantes en el resultado. En 1988 un debate habría fortalecido a un Maquío, pero no sabemos si un poco elocuente Cuauhtémoc Cárdenas hubiera salido triunfante.

 

El primer debate de candidatos a la Presidencia está en la memoria de muchos: Diego Fernández de Cevallos, retórico como muy pocos, abofeteó por igual a Ernesto Zedillo que a Cuauhtémoc Cárdenas. Fue ganador de forma contundente. Justo después de esto sus mensajes de campaña dejaron de oírse. Vino el Mundial de futbol y la campaña del PAN se opacó. Al final Zedillo ganó por amplio margen.

 

En 2000, durante el debate presidencial, Francisco Labastida se mostró derrotado en el momento en que reclamó a Fox los apodos que le había puesto. En busca de un segundo debate, que Labastida trató de evadir, Fox hizo un ridículo terrible: se mostró necio y tonto, lo que dio confianza al PRI para un segundo debate. Nunca se esperaron que Fox hiciera de su debilidad una fortaleza: “fui un poco terco –mi mamá también me lo decía–, pero se necesita carácter, firmeza y un verdadero liderazgo para acabar con 70 años de corrupción, pobreza y desesperación”.

 

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En 2006, volvimos a las resistencias para debatir. El primer debate terminó con un golpe contundente de Andrés Manuel López Obrador a Felipe Calderón. El crecimiento vertiginoso de la empresa Hildebrando, de su cuñado, fue denunciado sorpresivamente por el candidato del PRD. Pero se confió en la ventaja que le dio este golpe y se negó a un segundo debate. López Obrador no perdió sólo por la campaña negra que hubo en su contra, también tomó malas decisiones, entre ellas evadir un segundo debate.

 

En la última elección presidencial, los debates terminaron siendo irrelevantes. Lo más recordado, sin duda, la exuberante edecán; una estrategia probablemente premeditada, para evitar que una posible derrota de Enrique Peña Nieto impactara en sus preferencias.

 

En esta historia breve de debates presidenciales el formato ha sido aburrido, sin pocas posibilidades de una discusión profunda. Para colmo, la autoridad electoral abona al aburrimiento al forzar la presencia de todos los candidatos y no sólo de los punteros, alegando equidad.

 

En 2012 hubo un intento de un debate organizado de manera independiente, al que finalmente sólo acudieron los opositores a Peña. El moderador fue Genaro Lozano. Se transmitió por internet, con muchas fallas, pero al final de cuentas marcó un clamor: los debates deben ser diferentes.

 

Hace unos días se efectuó un encuentro de candidatos a delegados en la Miguel Hidalgo. El formato fue mucho más ágil. Se transmitió por UNOTV. El moderador fue Salvador Camarena. La organización de este debate fue ciudadana: La Voz de Polanco. El ganador fue el debate mismo, aunque quizá tenga un muy bajo impacto en el electorado.

 

En los últimos días ha circulado un video en el que el candidato del PAN en Benito Juárez responde a su más cercano rival, Xiuh Tenorio, la petición de debatir: “no te voy a dar foro”. Un debate que tendría bajo impacto entre los votantes potenciales se ha vuelto noticia: como el PRI de 1988, el PAN en Benito Juárez no ha entendido la demanda ciudadana de discutir lo que nos concierne, confiada en un voto duro que cada día es más crítico.