Del Acta Patriota al Acta Libertad han pasado 14 años. Algo más de seis desde que inició el primer gobierno de Barack Obama.
Del espionaje invasivo al discreto ha ocurrido una revolución tecnológica que, por cierto, lo ha convertido en lúdico. Se trata del iEspionaje. Es decir, inteligente.
En el espionaje practicado durante las tres guerras del siglo pasado (las dos mundiales y la fría) subyacía la estrategia enfocada a descodificar algoritmos políticos o de ingresar círculos herméticos. La película The Imitation Game ilustra los sapientes cálculos del matemático Alan Turing durante la Segunda Guerra dirigidos a adelantarse a ataques del enemigo; en la magnífica La vida de los otros, Florian Henckel von Donnersmarck lleva a escena los movimientos de la Stasi en el mundo intelectual de Berlín durante los años de la RDA.
De la obsesión por romper las asimetrías de información incentivada por el monopolio del poder, hemos pasado a la obsesión por el morbo.
En el espionaje lúdico subyace la banalidad. Es abierto y simpático, en parte, por las plataformas a las que aspira consumir la sociedad global.
El día después de la transición de las Actas, miles de personas no concilian el sueño por imaginarse con un iPhone en mano. Poco importa si hay que hacer cola por 12 horas. Las imágenes de consumidores saliendo de la iStore con los brazos en alto y una caja en alguna de las manos se han convertido en escenas heroicas de la transmodernidad. ¡Lo tengo, es mío! Que el mundo me conozca. ¡Compré un teléfono más inteligente que yo!
Las revelaciones que hizo Edward Snowden reventaron el rasgo soft del presidente progre Barack Obama. Antes, Julian Assange ya había entregado un preámbulo diplomático que contradijo a la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton. Internet, dijo Clinton hace ya muchos años, es una herramienta toral para lograr equilibrios de poder. Meses después tuvo que olvidar sus palabras. En Harvard dictó un discurso con pies de página. Sí, libertad en internet pero…
El rasgo progre de Obama se desvaneció porque no promovió la derogación del Acta Patriota cuando llegó a la Casa Blanca. Su figura eclipsó a la demografía global. Por fin, las minorías al poder y las mayorías a divertirse con la Blackberry.
En días pasados fuimos testigos de un debate entre los legisladores republicanos Mitch McConnell y Rand Paul. Sepultar o no el Acta Patriota. Fue el dilema.
Las proyecciones de McConnell apuntaron hacia la inseguridad en tiempo real. Paul, liberal, no desea que el Estado se meta a las habitaciones de los ciudadanos a través de los smartphones. Entre ellos, la postura de Obama: espionaje indirecto, es decir, no invasivo, y reactivando a las compañías telefónicas como bancos de datos.
Es Edward Snowden quien tumbó al Acta Patriota. Hecha con elevadas dosis de paranoia, el Acta Patriota incentivó la violación a los derechos humanos.
Cuando usted maneje le recomendamos voltear hacia los conductores que van a lado de su coche. Si usted los observa como sospechosos llame al 01800009000. Puede salvar a la nación de un ataque. Mensaje común en carreteras en varios estados del país.
Es Edward Snowden quien advirtió al mundo sobre el espionaje lúdico. Pocos le hicieron caso porque los atributos otorgados por Google o el iPad superan a la probabilidad de convertirnos en foco de la NSA. Total, si somos metadatos para el banco o el supermercado, que lo seamos para la NSA poco tiene de relevancia.
Y nosotros, tan atentos entre la batalla entre republicanos y demócratas cuando el ciudadano Snowden, poco a poco, empuja su propia Acta.