BRUSELAS. El presidente Enrique Peña Nieto está exultante, contento tras los resultados de las elecciones intermedias que le van a permitir desarrollar su plan de reformas sin demasiada dificultad, en alianza con el Partido Verde Ecologista.
Tras el desgaste de imagen sufrido por la desaparición de estudiantes en Guerrero, el resultado electoral del domingo le ha inyectado oxígeno y se le ve ahora satisfecho, con el impulso que necesita para encarar la fase decisiva de su mandato.
El presidente de México nos citó a mediodía en el decadente hotel Le Plaza, en pleno barrio rojo de la capital belga, rodeado de establecimientos asiáticos, envuelto en un curioso trajín de idas y venidas, de curiosos y personajes exóticos.
Compareció, eso sí, a las tres y media en punto en el salón Marie Henriette, en la primera planta del edificio, con una decena de guardaespaldas y asesores en comunicación.
Impecable y vestido de traje oscuro diplomático y corbata rojo eléctrico, nos saludó por nuestros nombres de pila haciendo gala de su fama de hombre pragmático que no quiere perder el tiempo. Media hora de entrevista y diez minutos en off fuera de guión.
En off dijo que no es cierto que no tenga amigos. “Claro que los tengo”. Los tiene Peña Nieto, “pero no el presidente de México”. Ni amigos, ni intereses de amigos, ni amigos mediadores, ni mediadores amigos. Solo el interés del país, los problemas y las reformas que México necesita.
Reforma es la palabra. Obsesión por reformar la estructura entera de la Nación para que el país sea otro a su salida.
La reforma en educación va bien, pese al pulso de los sindicatos. La reforma fiscal, la energética, la electoral, en línea con lo previsto. Pero la modernización de México va a depender mucho de la reforma tecnológica y de las infraestructuras.
En tecnología quiere que México esté en la vanguardia de la revolución digital. En infraestructuras, construir modernas autovías, el primer tren de alta velocidad de América, el mejor y más grande aeropuerto del continente, metros y suburbanos en las grandes ciudades.
Y los mejores puertos de la región. Aunque admite que, por falta de presupuesto, tendrá que hacer recortes. Porque para esos proyectos necesita dinero. Inversión. Capital extranjero. Estabilidad. Que los inversores se crean de verdad que el país es mucho más que la violencia del narco, los secuestros exprés y las desapariciones de estudiantes.
Pena Nieto mira siempre de frente, directo a los ojos, sin eludir preguntas. Le duele que su país sea solo visto por algunos en el exterior como “una Nación tomada por el crimen organizado“.
México es mucho más que un problema de violencia. Es la primera potencia en turismo de Latinoamérica. Un gigante en territorio y población. Un coloso energético, pese a importar el 50 por ciento del combustible que necesita.
Peña Nieto aspira al liderazgo regional. Respalda el proceso cubano y admite una relación cordial con los Castro, y sólo “institucional” con Maduro. Venezuela le ocupa y preocupa, y por eso pide, sin mojarse ni a favor ni en contra de la misión de Felipe González, que “se respeten los derechos humanos”.
Hablamos del Papa, de su visita a México, y del próximo viaje de los Reyes, que serán recibidos con todo cariño por el pueblo mexicano.
Media hora de reunión y 10 minutos de conversación. Nos acompañó en la despedida hasta la escalera, tras entrar en la sala Marie Henriette un funcionario que limpió con delicadeza todos los objetos que había tocado el presidente.
Los equipos de contrainteligencia funcionan siempre así. DM