Tan picoso el andino como el mexicano. La selección chilena arde, la mexicana irrita. Intenso empate a tres goles, con polémica por dos goles mal anulados a locales, ante un dinámico cuadro tricolor que tuvo dos veces la ventaja, aunque al final terminó pidiendo la hora.
Y es que vaya primer tiempo. De ida y vuelta, vértigo andino, intensidad tricolor. México se paró en el Estadio Nacional decidido a hacer la noche amarga para los anfitriones. Partido en que Matías Vuoso rejuveneció, Raúl Jiménez se revaloró y el Tecatito Corona simplemente corroboró por qué se mantiene como titular indiscutible.
Chile propuso el partido en velocidad torpedo y México no titubeó. Claro que nunca pudo controlar la velocidad de Alexis Sánchez, pero sobre todo de Arturo Vidal, quien incluso recibió una tarjeta amarilla en algún momento, cuando la presión de la media cancha mexicana alcanzó los mejores niveles del cotejo.
Entonces se vino la feria de goles. Primero gracias a un remate de Matías Vuoso sobre el minuto 20, que pudo presumir su baile del “Vuoso polar” más allá de los Andes. Locura que duró dos minutos porque al minuto 22, Hugo Ayala perdió la marca de Arturo Vidal y entonces llegó el empate a uno.
Pero la locura seguía y ahora fue Raúl Jiménez con un exacto remate de cabeza, que volvió a dar la ventaja a los de negro al 29. México no aguantó y antes de irse al descanso, a sólo tres minutos, Eduardo Vargas aprovechó que Ayala cazaba mariposas para el 2-2.
El complemento no defraudó. Sólo que ahora fue el cuadro chileno el que se iría arriba en el marcador gracias a un penalti que cometió Gerardo Flores y que Vidal convirtió para el 3-2 local.
Sólo que el Tri estaba en plan guerrero, fiel al estilo del Piojo, a ese juego de dientes apretados y amígdalas bien gran-des. Así llegó el empate en una recuperación de Adrián Aldrete por izquierda, que hizo honor a su nombramiento en el equipo ideal de la fecha uno de la Copa, y sirvió largo y exacto a la entrada de Vuoso que marcó el 3-3 de la noche. Repartición de puntos, no podía ser de otra forma cuando sale tan picoso el andino como el mexicano.