Algún trauma deben tener los dueños del Partido Acción Nacional para que en cada proceso para elegir nuevo dirigente –desde hace casi una década– escojan al más chiquito. Va un recuento:
El 8 de diciembre del 2007, Felipe Calderón nombró como presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN a Germán Martínez Cázares (germancitoelhombrecito.com) su amigo y paisano; echó de la dirigencia del partido –sin permitir que cumpliera su gestión– a Manuel Espino Barrientos, aliado de Vicente Fox. Con esta decisión, Calderón tomó los controles de la estructura dirigente panista con miras a las elecciones intermedias del 2009 y, sobre todo, con el propósito de preparar adecuadamente su propia sucesión para el año 2012, mediante la designación del candidato presidencial del PAN. Las elecciones del 5 de julio de 2009 fueron un desastre para Calderón, por lo que tuvo que despedir a Germancito de la dirigencia del blanquiazul.
El 8 de agosto del 2009 Calderón impuso como presidente interino del PAN a otro de sus amigos cercanos e incondicionales: César Vázquez Nava, Cesarín, quien no pudo con el paquete, por lo que el 4 de diciembre del 2010 el “líder”, es un decir, tratando de mantener el control en su partido, puso a Gustavo Madero Muñoz al frente de la organización.
Ya en plena etapa de destapes y descartes, Maderito tuvo la ocurrencia de presentar el 1 de mayo del 2011, en una insólita y multitudinaria pasarela política, a siete aspirantes a la candidatura presidencial panista (Cordero, Creel, Lozano, Lujambio, Vázquez Mota…). La guerra interna para lograr la postulación provocó un enorme desgaste en las filas del partido.
El 5 de febrero del 2012, Josefina Vázquez Mota fue declarada vencedora en la guerra campal que la enfrentó a Cordero y Creel por la candidatura presidencial panista. El viernes 30 de marzo del 2012 comenzaron las campañas presidenciales; la del PAN empezó de la peor manera posible y se mantuvo dando tumbos. Tantos que la propia candidata tuvo que declarar el 9 de abril: “Los conflictos internos del partido han consumido energía política, perdimos tiempo, nos distrajimos… pero he decidido dar un golpe de timón. Le he exigido al partido (o sea a Madero) que dejemos atrás los conflictos internos”. ¡Y salud! El golpe de timón no surtió efecto, tal vez porque nunca se vio.
El 11 de abril, el ex presidente Vicente Fox apareció en el escenario político para poner los últimos clavos en el ataúd electoral del panismo al declarar: “Mi parte racional me dice que sólo un milagro hará ganar a Josefina. El triunfo del PRI está claro”.
El 1 de diciembre del 2012 empezó la travesía en el desierto del PAN. El primero en caer será Madero, quien pasará a la historia de su organización como el peor presidente del Comité Ejecutivo Nacional, lo que es mucho decir si se toma en cuenta la trayectoria de sus dos inmediatos antecesores.
En conclusión, los responsables de la vergonzosa derrota panista en la elección presidencial 2012 fueron Felipe Calderón, Germán Martínez Cázares, César Nava Vázquez, Gustavo Madero y todos los lambiscones que los acompañaron.
Hoy, hoy, hoy, Gustavo Madero y sus achichincles no pueden hacerse a un lado para escapar de su responsabilidad en el hundimiento panista en las recientes elecciones intermedias.
Gustavo Madero tuvo tres años para preparar su sucesión; utilizó a Ricardo Anaya como marioneta para que le cuidara el lugar de la dirigencia del blanquiazul, mientras conseguía una diputación plurinominal.
A principio de la semana, Tavito anunció que a mediados de agosto el PAN renovará su dirigencia nacional. Y el primerito que se apuntó, obviamente, fue Lagrimita, perdón, Ricardito. Y también rápidamente, el dizque “chico maravilla” de los panistas trató de deslindarse de su jefe, para afirmar que a Madero solamente le guarda gratitud. ¡Cínico, sinvergüenza!, le gritan.
AGENDA PREVIA
El H. Ayuntamiento de la ciudad de Puebla otorgó a Juan Carlos Cortés García, director general de la Financiera Nacional de Desarrollo Rural, la Cédula Real de la Ciudad, que consiste en una copia fiel del Escudo de Armas entregado a esta capital en 1538, por el Rey de España Carlos V. Este distintivo se entrega a quienes, por su trayectoria, han destacado y contribuido al engrandecimiento de esa ciudad.