Nada ni nadie cambiarán un hecho irrebatible: que Costa Rica alcanzó la meta del quinto partido en un Mundial fuera de casa antes que la Selección Mexicana.
Lo anterior, pese a que parecía destinado a volver de Brasil 2014 cargado de goleadas, a conformarse con participar, a ser actor de reparto (o mero extra) en obras ajenas. Nunca antes en un Mundial habían coincidido tres campeones en un grupo de primera fase; esa fue la terrible suerte que se llevó la selección tica del sorteo: el iniciar condenado a jugar con Italia, Uruguay e Inglaterra.
Las especulaciones, respecto a quien avanzaría de ese sector, eran muchas, aunque siempre combinando a los tres gigantes y ni siquiera recapacitando en la presencia del cuadro centroamericano. Semanas después, seguíamos sin dar crédito a los resultados costarricenses: victorias sobre charrúas y azzurri, empate con los británicos, y a la siguiente ronda como líder de grupo. Lo siguiente fue superar a Grecia en penales, hasta llegar en Cuartos de Final a la misma instancia ante Holanda, donde quedaron fuera.
Lo verdaderamente curioso de la gesta fue que se suscitara en un ambiente más bien tenso. Pocas semanas después del Mundial, cuando los ticos eran aclamados en San José y sus futbolistas gozaban de otro nivel de valoración, se pudo saber lo que sucedía en la relación con su director técnico, Jorge Luis Pinto.
El capitán Byan Ruiz hablaba de autoritarismo y desgaste en esa relación: “Sabemos que él desea controlarlo todo, pero ese método es muy complicado para un grupo, porque se dan diferencias que desgastan a un equipo”. Al tiempo, el referente ofensivo, Joel Campbell, también apoyaba su partida: “si no dijimos nada fue porque no queríamos desviar nuestros objetivos ni nuestros sueño. Nadie estuvo presente en las palizas que nos pegábamos (…) aun así no estuviéramos de acuerdo con algunas cosas”.
Pinto dejó el timón, sintiéndose traicionado por su asistente y ahora seleccionador tico (Paulo César Wanchope) y con una carta: “Si ser estricto con la disciplina y no dejar nada al azar me hace una mala persona como algunos están insinuando en los últimos días, entonces lo soy. Si hablar con un tono fuerte y tener carácter es ser grosero entonces lo soy. Pero es inadmisible que se esté insinuando algún tipo de violación y atropello de los derechos humanos de mi parte hacia algunas personas en la selección como ahora después de dos años de trabajo están intentando hacerle creer a la opinión pública sin fundamento alguno”.
La realidad es que el Mundial más exitoso que haya tenido equipo alguno de la Concacaf (para mí, esto supera a lo de México en 1986 y a lo de Estados Unidos en 2002), se dio bajo un grupo más unido por la convicción de triunfar que por comunión o armonía.
Este sábado abre formalmente el proyecto Copa Oro de México, precisamente contra esos ticos que jamás se han coronado en este certamen. De quienes conquistaron el grupo de la muerte de Brasil 2014, queda la mayoría. Pese a que están lesionados el portero Keylor Navas, el defensor Óscar Duarte y el volante Yeltsin Tejeda, al menos ocho futbolistas que acumularon más de cuatro partidos en el Mundial están en la convocatoria.
Enfrentan al rival que fue su medida a lo largo de la historia, la referencia con la que siempre se habían comparado, su eterno espejo. Lo hacen, sabedores de que le ganaron esa carrera: la del reiterado y embrujado quinto partido mundialista.