El señalamiento vial a la entrada de San Pedro Limón, en el municipio de Tlatlaya, se encuentra perforado por balas de armas anónimas, como una especie de firma de la delincuencia organizada.
A la orilla de la carretera semidestruida por la lluvia y el paso de los vehículos, aparecen establecimientos comerciales cerrados, abandonados por sus propietarios ahuyentados por los robos, secuestros y extorsiones.
El pueblo se encuentra en un territorio en donde opera La Familia Michoacana. San Pedro Limón está ubicado justo en una de las principales rutas de trasiego de mariguana y amapola del sureste mexicano.
Está más cerca de Arcelia, Guerrero, en donde la Femsa Coca Cola suspendió en mayo pasado sus actividades debido a “las condiciones del entorno” y en donde el pasado lunes fueron detenidos dos integrantes de una banda de secuestradores, que de la cabecera municipal de Tlatlaya, Estado de México.
La zona está caliente, coinciden pobladores y elementos del Ejército entrevistados por separado, aunque por el momento, después de que militares y presuntos miembros de la delincuencia organizada protagonizaron un evento con un saldo de 22 civiles muertos y un militar herido.
Pero no es el primer enfrentamiento en esa zona. Según información de fuentes militares, entre marzo de 2013 y octubre de 2014 se registraron ataques a elementos del Ejército, que resultaron en enfrentamientos.
San Pedro Limón
Aunque actualmente la situación ha mejorado, según los propios pobladores, el daño causado por la delincuencia durante años, en esta zona en donde tiene presencia La Familia Michoacana, todavía es visible. La gente habla de tranquilidad y paz, pero también muestra su cautela y temor cuando se refiere a la presencia de grupos delictivos.
Fue en este lugar en donde el 30 de junio de 2014 murieron 22 personas en una bodega en construcción. La versión inicial señalaba que el saldo fue producto de un enfrentamiento, pero hay otra, en la que se asegura que los muertos en realidad fueron ejecutados por militares.
El evento se dio en la madrugada, en una noche de lluvia y en un día de fiesta, con música a todo volumen y cohetes.
En este pueblo ubicado en medio de las montañas, en donde llega por una carretera llena de curvas y en mal estado, la gente ve con buenos ojos la presencia de “los verdes” o “del gobierno”, como se refieren a los efectivos del Ejército, porque desde ese día los vecinos de San Pedro comenzaron a conocer una tranquilidad que hacía años no veían.
“Cuando llegan los verdes, ‘ellos’ ni vienen. Cuando se van, a ‘ellos’ aveces bajan de los cerros y por ahí pasan con sus camionetas llenas de armas, pero no se meten con el pueblo”, dice un hombre que camina por una de las calles, antes de entrar al tianguis de los viernes.
¿Quiénes son “ellos”, se le pregunta al hombre.
-Pues… La Familia, dice en voz más baja, aguzando la mirada, como para confirmar que nadie lo escucha.
“Ellos –continúa– tienen sus informantes, sus halcones… pero no se meten con el pueblo. Cada quien su trabajo”. Mientras platica, comenta que alguien le dijo que ya andaban los soldados en el centro del pueblo, al otro extremo de donde se encuentra.
Hay una preocupación de algunos vecinos. Que la versión de que los soldados ejecutaron a las 22 personas, provoque que, los militares se retiren. “Siempre hablan de Derechos Humanos, pero no vienen a ver cómo se vive aquí. Deberían de venir a ver cómo se vive y después defender de delincuentes”, comenta una mujer mientras se mece en su hamaca, a unos metros del tianguis antes de cortar la conversación, después de decir: Mejor vaya a preguntar más allá, a ver qué le dice la gente”.
San Pedro Limón pertenece al municipio del Estado de México de Tlatlaya, y se encuentra camino a Arcelia, en el estado de Guerrero. Está más cerca de ese municipio que de sus vecinos mexiquenses Tejupilco, Luvianos y Temascaltepec.
De acuerdo con fuentes militares es una zona de trasiego, principalmente de mariguana y amapola, dominada por La Familia Michoacana, pero con presencia de los Caballeros Templarios, y en algunas ocasiones Los Guerreros Unidos, por lo que en ocasiones se dan enfrentamientos entre estos grupos.
Y aunque hay aparente calma, los delincuentes se encuentran ahí, moviendo droga de la forma más discreta posible.
Al medio día del viernes 19 de junio, en medio de San Pedro, un grupo de jóvenes se muestra cortante cuando el reportero de 24 HORAS se acerca para preguntarles si la situación está tranquila o ha empeorado desde el acontecimiento de la bodega.
“No sabemos”, “parece que todo está bien”, sueltan. De pronto, entre ellos, sale uno más que dice: “Aquí no pasa nada, todo es tranquilidad, todo está en paz”. El individuo trae en la muñeca izquierda un reloj de unos seis centímetros de diámetro, al parecer de oro, con brillantes incrustados, un anillo con una figura que le cubre tres dedos, también dorada y con piedras incrustadas.
Sobresalen una gruesa cadena en el cuello y un esclava dorados. Viste una playera tipo polo y sonríe mientras habla.
“Todos está en paz”, insiste y se despide de mano.
A 15 minutos de ese lugar, a pie, Pedro Rodríguez López, delegado de El Salado, colonia cercana a la bodega de la supuesta ejecución, comenta que actualmente San Pedro está muy tranquilo, se puede andar en la calle, a cualquier hora, pero reconoce que antes del 30 de junio de 2014 había inseguridad, violencia, robos y secuestros y extorsiones.
“Ahora ya no… luego a’i anda el gobierno y si no se respeta al gobierno, entonces a quién. No, acá las cosas cambiaron y ahora está mejor”, insiste Pedro.
Mateo Pérez Pérez, es delegado de San Pedro, y él se muestra cauto y describe a un pueblo que siempre ha estado en paz. Dice que los comercios que se encuentran cerrados a la entrada es por falta de clientes, que una de las gasolineras que parece abandonada es nueva y se espera que pronto abra, y que la otra que, también está muy cerca, a unos cinco minutos en vehículo, es muy vieja y quien sabe desde cuándo está cerrada.
A la salida de San Pedro Limón se encuentra la bodega en que se dio el evento. Nunca se terminó de construir, por lo que no tiene puertas ni ventanas. Luce abandonada. Está a pie de la carretera y a la vista de todo el que pasa por ahí. Las cintas de resguardo que colocó la PGR están rotas y cualquier persona puede entrar o salir del lugar.
San Pedro luce tranquilo. Sus habitantes coinciden que, en materia de seguridad todo ha mejorado.
Aunque la presencia de presuntos miembros de la “Familia Michoacana” continúa. “A las personas que mataron ni eran de aquí, eran de Arcelia”, comenta una mujer cuando se le pregunta cómo vivieron ese episodio que colocó a este pueblo en las noticias internacionales.
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