TÚNEZ. Seifudin Rezgui se había despedido de los suyos un día antes, aunque nadie entonces entendió qué significaba ese adiós, porque, como relata su abuelo, sólo le gustaba estudiar.

 

La policía interroga a los padres del supuesto autor del ataque terrorista en dos hoteles de la turística ciudad tunecina de Susa, Seifeddine Rezgui, e investiga cada de rincón de la vivienda. Aseguran que Seifudin era un amante del fútbol (Real Madrid) y del break dance, llegando a colgar en la red alguno de sus vídeos bailando.

 

Lo que llevó a este estudiante de 23 a dar un giro radical en su vida y perpetrar la matanza del viernes sólo tiene una explicación para la familia: que el Estado Islámico le lavó el cerebro. Anoche, miles de tunceinos se manifestaron para condenar el atentado y desmarcarse del yihadismo.

 

El joven Seifedine tuvo su cuna en Gafour, un pequeño pueblo rodeado de polvo y nada en el corazón de Túnez. A las puertas de la que fue su casa, su abuelo Mohammed Ben Schaier, confiesa que no alcanza a comprender cómo “un chico amable, que nunca se mostraba grosero ni desagradable” acabó protagonizando

 

“Ni su madre, ni su padre ni yo sabíamos nada de esta historia”, sostiene.

 

“Le lavaron el cerebro, le han lavado el cerebro”, repite su padre, Hakim Rezgui, que recuerda que su hijo “iba a obtener su título universitario, era un joven cultivado”.

 

Estudiaba ingeniería y le iba bien. Y en su tiempo libre no era muy distinto de cualquier muchacho de su edad. “Era divertido y le encantaba bailar break dance”, relatan sus amigos.

 

Como paso previo a la reciente matanza, hay que pasar primero por la Universidad de Kairouan, en el centro del país, donde se marchó a estudiar. Allí vivía junto a otros estudiantes en un piso compartido. Y comenzó a frecuentar una mezquita salafista cercana, donde pudo comenzar a radicalizarse.

 

Pero el 26 de junio quedaría claro que se había convertido en Abu Yahya Al Qayrawani, el sobrenombre de yihadista que le puso Estado Islámico.

 

Esa mañana llegó a la tunecina playa de Susa vestido con bañador y camiseta de manga corta, como un turista más. Pero bajo su sombrilla no escondía los trastos típicos de un día de baño: tenía un fusil de asalto. Lo agarró y abrió fuego contra los presentes y mató a 38.

 

Este tunecino nunca había sido fichado por las fuerzas de seguridad del país africano, que, según han informado varios medios internacionales, apuntan a que se radicalizó durante los últimos seis meses