Cuando se espera todo del mejor jugador del mundo, un subcampeonato lo catapulta a los niveles más bajos de la polarización mediática. “¡Messi cagón!”, fue uno de los titulares del portal español de El Mundo; “La selfie con el Messi más triste” fue la cabeza de El Clarín en Argentina; “¿Qué hizo Messi?” se cuestionaba en un titular del diario deportivo Olé argentino.
Lejos del recuerdo han quedado aquellos títulos que obtuvo jugando con selecciones menores. Suena distante el Campeonato Mundial Sub-20 de 2005, así como la Medalla de Oro Olímpica de Beijing.
Lo único cierto es que Lionel Messi parece maldito cuando se trata de intentar ganar algo con la selección mayor de su país. Con los dos subcampeonatos en Copa América (Venezuela 2007 y ahora Chile 2015) y el segundo lugar en la Copa del Mundo de Brasil 2014, Argentina suma 25 años sin ganar algún campeonato.
El sábado, en la cancha del estadio Nacional en Santiago de Chile, su imagen durante los penaltis lo decía todo. Sus compañeros de campo estaban abrazados en el círculo central esperando lo que fuera, mientras Messi sufría a unos metros, con las manos en la cara, a veces en el cabello, de espalda a la portería donde se gestaba la desgracia albiceleste, lejos de un equipo del que es parte sin ser integrante.
Cierto, Messi anotó el único penalti de la selección argentina, pero qué fue de él durante el partido. Si acaso los primeros minutos del primer lapso estuvo conectado. Después, como en la pasada Final en Río de Janeiro de la Copa del Mundo ante Alemania, el 10 de Argentina desapareció. Fue un fantasma sobre el campo que trotaba dubitativo en el terreno, sin un verdadero peso específico.
Por eso ni siquiera resultó extraño que, aparentemente, Messi rechazara el trofeo al mejor jugador del torneo que le brindaban las autoridades de Conmebol. Montones de frustración que entre aficionados y medios argentinos destilan contra su 10. “Un Karma, una tortura”, concluyó Leo Farinella, editor en jefe del diario Olé.