Se comenta que esta semana, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, iniciará los cambios en su gabinete con el reemplazo de algunas posiciones relevantes como la Secretaría de Gobierno, la de Movilidad y el Metro. Los nombres podrían estar dibujando estrategias políticas con miras a 2018. Me da la impresión que Mancera no quiere olas, optará por políticos nacionales, de larga carrera, ligados al PRD o sus aliados, entre los cuales estará el candidato perredista para sucederlo.

 

Una de las decisiones más complicadas, por el retroceso que ha vivido la institución que dirige, es el reemplazo de Joel Ortega Cuevas. Hace poco más de un año, en este espacio, reflexionamos sobre el perfil y las estrategias del próximo director del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Desde entonces hicimos el señalamiento sobre la decisión errónea de haber nombrado a Joel Ortega, y hoy podemos enfatizar en el error de mantenerlo.

 

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Citaré algo que escribí entonces: “La mejor noticia para el metro, es que su director no sea noticia”. La mayor desgracia que ha vivido el metro desde 2012 es que todo el tiempo ha sido noticia, por las fallas, por la línea 12, por el choque de trenes, por la tarifa, por su director mismo.

 

El próximo director estará nadando con tiburones. Por un lado tendríamos que pensar en una persona de origen estrictamente técnico. Por otro, entramos en contradicción con una realidad, no sabemos qué encontrará la nueva cabeza de la organización: será vigilado, afectará intereses, encontrará una administración confrontada con el sindicato, pero además deberá recuperar el nivel de servicio de las 12 líneas.

 

Es probable que en el STC Metro tengamos a otro político en unos días. Para que esta sea una buena decisión, el nombrado deberá sortear todas las minas antipersonales con las que será recibido en la calle de Delicias. Su misión será recuperar la confianza de los usuarios, construir la profesionalización del servicio y volver a instrumentar los procesos que hayan sido desmantelados por Ortega. Tendrá que reemplazar a todo el equipo de funcionarios nombrados por éste, por los técnicos que concretarán la profesionalización de la organización. Si tiene éxito será el último político que dirija al metro; si fracasa, el metro será noticia.

 

La discusión sobre lo que pasa en el metro no es menor y siempre se deja de lado. Uno de cada 7.29 pesos del presupuesto del Gobierno del Distrito Federal se eroga en el STC Metro. La tarifa alcanza a recaudar 7,200 millones de pesos, pero los gastos del metro en 2014 fueron 3 veces esa cantidad. Para colmo, 2 de cada 5 pesos recaudados por la tarifa han quedado asignados a un fideicomiso hecho a la medida de Joel Ortega.

 

Durante la presente administración se han planteado una serie de ampliaciones. Sabemos que las necesidades de la ciudad son muy superiores incluso, pero antes que invertir en el crecimiento de la red, se necesita que los kilómetros existentes sean operables en las mejores condiciones para sus usuarios.

 

La misión del metro, en lo que resta del gobierno de Mancera, más que ampliar la red, es mejorar los servicios existentes y profesionalizar los procesos de contratación y dirección de la institución, así como la forma en que el metro se relaciona con el resto del transporte público y con la ciudad misma. Si Mancera nombra a un político, ojalá tenga claro que éste deberá ser el último político.