ATENAS. El primer ministro, Alexis Tsipras ha perdido la confianza. Ahora, es la oposición quien lo apoya y de su partido, Syriza, le llueve críticas.
“Si no tengo el apoyo del grupo parlamentario, mañana (hoy jueves) me será muy difícil seguir como primer ministro”, aseguró Tsipras en el discurso de clausura del grupo parlamentario de Syriza.
Poco después llegó el debate y a media noche la votación. A favor votaron 229 diputados, frente a 64 que lo hicieron en contra y hubo 6 abstenciones.
La votación estuvo marcada por las disidencias internas de Syriza, y entre los 32 diputados que votaron en contra del acuerdo o se abstuvieron.
Entre los que secundaron el voto negativo, estuvo Yanis Varufakis, quien hasta hace diez días era ministro de Finanzas, el ministro de Energía, Panayotis Lafazanis, y tres ministros adjuntos, el de Seguridad Social, Dimitris Stratulis, el de Defensa, Kostas Ísijos y la segunda de Finanzas, Nadia Valavani, que dimitió este miércoles de su cargo.
Poco antes de que empezara el debate sobre el texto de reformas, Tsipras manifestó ante su partido que “ha agotado” todas las posibilidades de la negociación y ha examinado todas las alternativas y pidió a los que no estén de acuerdo que propongan una alternativa eficaz.
Pidió además a los diputados mantener la unidad del partido en estos momentos “históricos”, “difíciles” y “críticos”, según indicaron fuentes del Gobierno.
Ayer, la ministra adjunta de Finanzas, Nadia Valavani, presentó su dimisión por no poder apoyar las condiciones vinculadas al nuevo rescate.
También han anunciado su dimisión el secretario general de Seguridad Social, Yorgos Romaniás, y el secretario general de Economía, Manos Manusakis.
En declaraciones a los medios antes de entrar en el Parlamento, Lafazanis afirmó que “apoyamos al Gobierno, pero no vamos a votar las medidas”, aunque añadió que la “unidad” de Syriza “no está en peligro”.
Las calles contra Tsipras
La manifestación en Atenas contra el acuerdo alcanzado entre el Gobierno griego y los socios vivió momentos de tensión con enfrentamientos entre un grupo de personas y la policía, que lanzó gases lacrimógenos para dispersar la protesta.
Los enfrentamientos se produjeron en la céntrica plaza de Syntagma, donde se encuentra la sede del Parlamento, cuando un grupo de personas, de ideología anarquista, según la policía, lanzó cocteles molotov a los agentes, que respondieron con gases lacrimógenos y bombas aturdidoras.
La policía indicó que se habían registrado 35 arrestos y que es posible que, contra gran parte de los detenidos, se presenten cargos.
El servicio de ambulancias informó de que hubo un herido leve que no quiso ser trasladado al hospital.
Los manifestantes provocaron daños en cajeros automáticos y escaparates e incendiaron dos vehículos, uno en Syntagma y otro, una unidad móvil de televisión, aparcado frente a los jardines nacionales, situados junto a la plaza.
Debido a los enfrentamientos fueron cortadas todas las calles adyacentes a la plaza del Parlamento.
Varoufakis confirma “la falta de escrúpulos democráticos” del Eurogrupo
Durante seis meses se convirtió en la figura más visible del gobierno griego: Yanis Varoufakis. Por supuesto, ministro de Economía. El hombre que se sentó a negociar con “la bestia negra” del Eurogrupo, Wolfang Schäuble, y con otros 17 ministros más de economía.
Renunció el día después del referéndum. Un laberinto sin salida. El propio Varoufakis comprendió que ya era imposible negociar con la troika desde la celebración por haberla vencido, aunque sea por menos de doce horas.
Ayer, en El País, Varoufakis declaró que “Grecia debe dejar de fingir que ha resuelto el problema”. Sobre el acuerdo, comentó con soltura que “No estoy dispuesto a aceptarlo. Que no cuenten conmigo (…) La eurozona es un lugar incómodo para personas decentes”.
La vida de Varoufakis ha cambiado de forma radical. De la tensión que sostuvo a lo largo de horas y más horas de negociación ha pasado a ser un personaje analista crítico de la situación: “Me encuentro muy bien, sin esa vida enloquecida, inhumana, durmiendo dos horas al día durante cinco meses, con la presión de negociar una postura que me resultaba difícil de defender”.
El ex ministro asegura que confirmó sus “peores temores: La total falta de escrúpulos democráticos de los supuestos defensores de la democracia europea”.