Millones de habitantes de la zona metropolitana del valle de México pierden desde 5.5 hasta 11 días de trabajo al mes, al destinar de dos a cuatro horas diarias a transportarse de sus casas a sus centros laborales, señaló el académico José Alberto Lara Pulido.

 

Entre otras dificultades, ese tiempo genera mucho cansancio y estrés, enfatizó el economista de la Universidad Iberoamericana (UIA).

 

Si se considera que una persona trabaja 176 horas al mes, resultado de multiplicar ocho horas de trabajo al día, de lunes a viernes, por 22 días laborados mensualmente, y destina 44 horas mensuales a transportarse -en caso de que dedique dos horas diarias a ello-, resulta que su tiempo en traslados equivale a dejar de trabajar cinco días y medio.

 

Pero esta cifra se incrementa a 11 días, si al trabajador le toma cuatro horas transportarse a diario.

 

Económicamente –por tiempo no trabajado–, 44 horas en el transporte equivalen a 25 por ciento del salario mensual del trabajador, o 50 por ciento si pierde 88 horas en su traslado, añadió.

 

Lara Pulido y Gabriela Estrada Díaz, profesora del Departamento de Arquitectura de la UIA, elaboraron la investigación denominada “Los costos de la expansión urbana: aproximación a partir de un modelo de precios hedónicos en la Zona Metropolitana del Valle de México”.

 

Mencionó que otros costos directos e indirectos del crecimiento del área conurbada que detectaron los investigadores en su proyecto, son de índole ambiental y social.

 

Entre los primeros, se encuentran la presión sobre los bosques aledaños y la fragmentación de sus ecosistemas, con la consecuente pérdida de los servicios ambientales que proveen, como la infiltración del agua y la transformación del bióxido de carbono en oxígeno.

 

En cuanto a los sociales, detectaron que en varios de los nuevos desarrollos habitacionales de la zona metropolitana que se han construido en la periferia, su distanciamiento o aislamiento de la mayoría de los asentamientos urbanos los hacen carecer de servicios de seguridad pública.

 

Esa situación los hace vulnerables a que en su territorio algunos grupos criminales tengan casas de seguridad, señala el estudio.

 

Al explicar por qué el área conurbada ha crecido en sus fronteras, Lara Pulido mencionó que, por ejemplo, si bien diversas colonias del Distrito Federal y del Estado de México cuentan con varios predios desocupados, esos terrenos al final no se comercializan por estar sujetos a la especulación, en busca de incrementar sus precios.

 

En consecuencia, los desarrolladores inmobiliarios eligen construir en zonas alejadas “donde el metro cuadrado de tierra prácticamente no vale nada”.

 

Los costos que ellos no asumen los traspasan a quienes vivirán en esas casas (generalmente de interés social), quienes destinarán 15 por ciento de su salario mensual a gastos de transporte, en el supuesto de que perciban seis mil pesos de sueldo.

 

Para disminuir los costos de la expansión urbana, el economista de la UIA propuso castigar a los desarrolladores inmobiliarios que construyan en las zonas alejadas de la metrópoli.

 

Entre más alejadas de los centros de trabajo estén las viviendas, mayor será el castigo, vía impuestos, para el desarrollador que las edificó, enfatizó.