La suma de un ambiente de inseguridad penitenciaria y la falta de legalidad facilitaron la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, aseguró el maestro Miguel Sarre, investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
El modo en que el presunto líder del Cártel de Pacífico pudo escapar del penal “de máxima seguridad”, Altiplano, es un caso real, pero increíble y tan difícil de entender que provoca burlas a la autoridad; incluso, la hazaña del presunto narcotraficante puede ser considerada una de las grandes fugas en la historia criminal.
“Yo creo que sí, es un caso enigmático, ¿verdad? No cabe duda, enigmático y grotesco. Si hubiera una fuga fraudulenta, una falsificación de identidades, alguna cuestión de ese tipo muy sofisticada, uno diría: caray, pues les metieron un gol… a cualquiera le meten un gol, pero esta fuga tan burda, tan hiriente sí cae en la ironía inclusive, sí es de las grandes fugas.
“(En Alcatraz) hubo algo parecido, pero no cabe duda de eso. Ahora, esa es una parte y que bueno que la toca porque necesitamos un poquito de salsa para nuestras vidas, pero hay que ir al fondo también. ¿Qué pasa?, tomar este acontecimiento como una oportunidad para meter realmente ingeniería en nuestro sistema de ejecución penal”, subrayó el profesor especialista en justicia penal y derechos humanos.
Sobre la posibilidad de que las autoridades federales lo capturen en poco tiempo mostró desconfianza.
“Yo creo que si se escapó de un lugar que está controlado por ellos, de un lugar que no está controlado por ellos las posibilidades son inversamente proporcionales. Si acá había una posibilidad entre un millón de que escapara, acá hay una posibilidad entre mil millones de que lo atrapen”, opinó el académico.
En cuanto a la personalidad del supuesto líder del Cártel del Pacífico advirtió que no tiene elementos objetivos para describirlo, pero reconoció que El Chapo Guzmán es una persona muy astuta y necesitamos un sistema judicial a prueba de esas astucias.
“Las prisiones son el espacio que debe controlar el Estado centímetro por centímetro, por lo tanto, la vida en las prisiones debe ser un espejo de legalidad y es todo lo contrario, si no hay legalidad no hay seguridad”, concluyó el académico.