Si la paridad del peso frente al dólar empieza a servirle a los que buscan rating es muy sencillo que puedan contribuir a provocar un pánico que hoy está ausente en el mercado interno.

 

Ya empiezan las voces que se atreven a pronosticar que al cierre de esta semana el dólar se va a 17 y que para finales del año estará en 22.

 

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Y no lo saben, porque la realidad es que nadie lo tiene cierto, pero pontificar desde un medio con un discurso mal informado y estridente puede provocar una profecía auto cumplida que termine por devaluar más al peso, pero ahora sí por factores internos.

 

¿Qué es lo que hoy tenemos como una certeza? Simplemente que el dólar de Estados Unidos es una moneda fuerte, altamente demandada que circula en enormes cantidades por todos los mercados del mundo.

 

Sabemos que hasta hoy la depreciación del peso frente al dólar, que lo ha llevado de los 13 a los 16 en nueve meses no es por un cobro de facturas a la economía mexicana, sino parte de un movimiento mundial.

 

Está claro que el proceso de depreciación del peso, o del real brasileño, o del dólar canadiense frente al de EU, está inscrito en el mismo canal de cambio en la política monetaria estadunidense.

 

Evidentemente que cada moneda tendrá un tremor diferente según sus factores internos. Por eso no es lo mismo la devaluación del real brasileño de 20% que la del peso mexicano de 8%.

 

Brasil está en recesión, con inflación y problemas fiscales, mientras que México tiene una inflación históricamente baja, con un crecimiento bajo pero positivo y con atracción de inversiones.

 

Si comparamos al dólar con la libra esterlina de Gran Bretaña veremos una relación muy estable, porque esa economía hoy sí le habla de tú a tú a la de EU.

 

La depreciación sólo se puede contener artificialmente, como en Argentina, donde tienen un tipo de cambio objetivo, pero eso les cuesta mucho dinero y la verdad es que sin un objetivo claro para ello.

 

Lo único que están gestionando los argentinos con su devaluación contenida es una nueva crisis financiera y todo con tal de mantener una política artificialmente fuerte que sea políticamente útil.

 

Entonces, en el corazón de la devaluación está un dólar fuerte y todo lo demás es un accesorio especulativo. Lo mismo puede ser Grecia y sus problemas que Irán y su acuerdo nuclear o si quiere el pobre resultado de la Ronda Uno.

 

Pero así como no tenemos la capacidad de evitar la depreciación, sí tenemos internamente las posibilidades de ampliar esa devaluación. Podemos entrar en pánico y provocar más daños financieros.

 

Con nuestra capacidad autodestructiva altamente probada y ejercida, simplemente hay que voltear a ver al tipo de cambio, enfilar las baterías y disparar. Claro que se puede azuzar al pequeño ahorrador para que salga corriendo a comprar dólares porque escuchó que va a estar en 17 pesos al final de la semana.

 

Quien así lo promueve debe estar en uno de dos escenarios: o tiene dólares y busca ganancias cambiarias de corto plazo o no sabe lo que dice. Nadie puede decirle con honestidad dónde se ubicará el tipo de cambio en un momento determinado.

 

La única certeza es que desde que Estados Unidos empezó hace años su agresiva política híper laxa, sabíamos que la cruda de regresar a la normalidad tendría este tipo de consecuencias.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 Horas