La soberbia es una especie de cáncer que hace creer a quien lo porta que es el sapiente de la tribu, el honorable del grupo, el fenómeno de la célula gregaria a la que pertenece. La figura a la que siempre se le vence la retina por la obsesión de mirar hacia abajo.
El martes, el presidente español Mariano Rajoy mencionó las siguientes palabras: “estén tranquilos”. El presidente se refería a que Cataluña no logrará desconectarse de España. El lunes fue el lanzamiento de una lista pro independentista que organiza el actual presidente autonómico de Cataluña, Artur Mas, junto a Oriol Junqueras y Raül Romeva, entre otros, la que se presentará a las elecciones del 27 de septiembre con el ánimo de que los comicios serán revestidos por una naturaleza plebiscitaria.
“Están tranquilos”. Perfume con olor a relajación proveniente de un hombre-guía. Pero no. Los pensamientos de Rajoy se deslizan sobre la indolencia que hace frontera con la soberbia.
Rajoy tiene frente a él la peor crisis política de su gobierno y su respuesta suena descontextualizada. Rescatando algunos datos que publicó el académico Jordi Matas Dalmeses en la edición catalana de El País del 20 de julio, durante las elecciones municipales del 24 de mayo, los partidos independentistas de Cataluña (Convergència i Unió –CiU–, Esquerra Republicana de Catalunya –ERC– y la Candidatura d’Unitat Popular –CUP–) consiguieron 1.4 millones de votos, 45% del total, y siete puntos más que en las municipales de 2011. Entre las tres formaciones ganaron en más de 700 municipios (75%, respecto a 69% de hace cuatro años) y consiguieron un total de seis mil 100 concejales (750 más que en 2011). Los partidos no independentistas obtuvieron peores resultados que en 2011: 3% de votos menos, ganaron en 156 municipios (16%, mientras que en 2011 fueron la primera fuerza electoral con 25%) y consiguieron unos dos mil concejales (970 menos que en 2011).
En la reciente encuesta del Centro de Estudios de Opinión (CEO), 60% de los catalanes considera que su nivel de autonomía es insuficiente y cuando se les pregunta sobre las relaciones entre Cataluña y España, la principal respuesta sigue siendo que Cataluña sea un Estado independiente, casi 40%, mientras que la opción federal suma un 24%.
Por si cupiera la duda sobre la atmósfera política catalana, el político mejor valorado en esa autonomía es el pro independentista David Fernández, diputado de la CUP, que por cierto, no quiso ser incluido en la lista de Artur Mas por diferencias (no sobre la independencia) de política económica.
Desde que Rajoy fue presidente del Partido Popular (PP) él mismo comenzó a instalar los rieles que cruzan sobre la vía catalana. Así que no podrá decir que él no está motivando un choque de trenes que posiblemente veremos en dos meses.
Resulta irresponsable señalar a Artur Mas y Oriol Junqueras como los dos personajes que están poniendo en vilo el ejercicio cotidiano de la constitución española. Es la ausencia del músculo político del presidente el oxímoron que ha metido ya a España en el laberinto de la confusión; es el exceso de soberbia el que mantiene tranquilo a Rajoy. El mismo que siendo presidente del PP salió a las calles a presionar al Tribunal Constitucional para que tumbara el estatuto catalán. Ahora, como presidente, Rajoy se rehúsa a ejercitar su músculo político prefiriendo hacer las veces de juez constitucional.
Con el simple ejercicio de leer los resúmenes de la prensa catalana Rajoy se podría dar cuenta que las intenciones de Mas y Junqueras, aunque locuaces para algunos, son determinantes.
Cataluña arde, y el soberbio eleva la mano para ofrecerse como bombero.