Hace tres años empezaba a crecer la versión de que el mundo estaba a punto de acabar, porque así lo decía una antigua profecía maya. Incluso tenía una fecha específica: 21 de diciembre de 2012.

 

Muchos estaban tan seguros que ese día todo acababa que no faltó quien hizo compras de pánico para tener provisiones en casa por si las dudas. Incluso dicen que un grupo de italianos se había establecido en un bunker construido en Yucatán para estar preparados para el inminente final.

 

Y con la novedad de que el mundo no se acabó. Tampoco llegaron las tinieblas el 31 de diciembre de 1999 cuando se anticipaba el holocausto de las computadoras y hasta el Apocalipsis nos quedó mal con su Armagedón.

 

Ya tenemos nuevas fechas para ese final de nuestro planeta, pero no se preocupe algunas de las nuevas predicciones marcan el día del juicio final en el año 5079.

 

No es tan difícil provocar pánico. En el comercio y en la política se usa todo el tiempo ese recurso para generar ventas u oposiciones.

 

Vea usted el comportamiento de una turba de compradores en un Black Friday de los Estados Unidos y tendrá el ejemplo de un comportamiento irracional ante una necesidad artificialmente generada por los descuentos, reales o ficticios, de los comercios.

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Al peso mexicano le puede estar sucediendo su propia profecía maya, le podría estar afectando la turba irreflexiva que anticipa el caos.

 

La crisis de 1995 nos obligó a un curso intensivo de libre flotación cambiaria. Desde entonces el peso se mueve entre la oferta y la demanda, con algunas basuritas como los dólares de Pemex y las intervenciones gubernamentales.

 

Aprendimos que el peso se depreciaba pero también tenía la capacidad de recuperar el terreno perdido.

 

Al principio, y por la cercanía de los traumas devaluatorios, solían ser constantes los episodios de compra de dólares a la primera señal de alza del billete verde. Cuando la cotización regresaba solía haber pérdidas para los especuladores ocasionales, porque los expertos en esa materia rara vez pierden.

 

Con la fórmula aprendida toleramos más los vaivenes cambiarios… hasta ahora en que se ha prolongado la depreciación, en que los motivos son más estructurales y en que ya llamó la atención el fenómeno de depreciación de políticos y personas inexpertas pero con acceso a medios de comunicación.

 

De acuerdo con un análisis del grupo financiero estadounidense Citi lo que hoy mueve la paridad del peso frente al dólar, y ya frente a otras divisas, es la actividad de ciudadanos de a pie que están usando sus ahorros en pesos para comprar dólares.

 

No son los flujos de fondos o corporativos en el vuelo a la calidad en el que de hecho sí están, sino la especulación social.

 

Y es que seguro que no se dan cuenta los que profetizan desde sus micrófonos que los dólares llegarán a 20 pero hay lectores, radioescuchas, televidentes que creen que esos comentarios son profecías en proceso de ser cumplidas y actúan en consecuencia auto cumpliendo el vaticinio.

 

Mientras la inflación no se vea afectada no parece que habrá alguna acción adicional del mecanismo de cambios que componen Hacienda y Banxico. Retener capitales con tasas de interés antes de que la Reserva Federal de Estados Unidos actúe, corre en contra de los intereses de expansión económica del gobierno federal y la autoridad monetaria no tiene ningún pretexto inflacionario para la defensa del peso.